Proteger algo más que los negocios inmediatos

A mediados de 1992, el Pacto Andino trasluce una profunda crisis referida a un mercado de bajísimo intercambio relativo, crisis a causa de un ínfimo nivel tecnológico, crisis por las objeciones de sectores especulativos, crisis de ordenamientos caducos, crisis de un inútil lirismo latinoamericanista, crisis de recursos naturales expoliados en la zona, crisis que estallan en las trabas arancelarias que, al decantarse, dejan a la intemperie una socavada crisis política

Las crisis son  también factores y síntomas de superación.

Eludiendo una retórica política, los negociadores del Pacto incursionaron en acuerdos exclusivamente técnicos y conformaron, sin quererlo, una retórica economicista que al primer tropiezo político mostró su límite. La disputa alrededor del arancel externo ha desembocado en una frustración circunstancial  que pospone la Integración.  Esto va a significar una reducción del crecimiento económico y del espíritu integracionista.

Perú ha impugnado la suspensión de relaciones con su gobierno y esto ha sido rechazado por Venezuela al no encontrar, según su parecer, causas que justificaran la postura peruana. Sin embargo, la posición del gobierno peruano expone a la luz de los países Andinos la obsolescencia de los esquemas políticos de la región.

Surge un espantajo en el Pacto Andino, el de la cuasi-democracia; las diferencias sobre esta se nutren de una memoria destructora mayor que el desacuerdo sobre un arancel de cualquier orden. Los factores del Poder político constituyen un arma económica.

Los esfuerzos por crear un mercado libre reclaman espontáneamente restablecer la unidad de la economía y la política.  La integración requiere de elasticidad en sus procesos frente a cualquier búsqueda de reestructuración política y económica, cuando no corresponden a sus demandas de integración.

México, Brasil, Argentina y Chile han desarrollado relativamente su industria a costa de abismales sacrificios sociales e instituido obstáculos grandes para la integración con  el resto de América Latina.

La  organización de un mercado integrado hoy desafía fenómenos políticos y económicos que lo retardan.  En sus orígenes, el prematuro agotamiento del Pacto Andino fue conveniencia de políticas falsamente nacionalistas.  El derecho en cada Estado es anterior a las tensiones de esta economía mundial que impone una ruptura con este derecho cuyo destino es su modificación.

Uno de los fines del Pacto Andino es integrarse al mercado y la economía mundiales, y ser base de negociación a nivel internacional.  El beneficio del libre mercado en esta zona radica en procurar la eficiencia y capacidad competitivas de estas economías dentro del mercado mundial.

El comercio andino ha sido relativamente insignificante: la circulación mercantil se manifiesta en índices mínimos; su potencial, sin embargo, es excepcional.

La temprana  asociación que se intenta en el Pacto Andino -por la corta historia de los países participantes- admite, no obstante, un acoplamiento trascendente.

Para el Ecuador, el Pacto Andino es el único espacio competitivo al que puede asistir en condiciones de relativa igualdad. La Comunidad Económica Europea está dispuesta a comerciar en mejores condiciones que hace 500 años: en lugar de espejos, la técnica de espejos a cambio del recurso oro, pero de ninguna manera a trasladar tecnología avanzada.  En EE.UU., la Iniciativa para las Américas es más una proclama táctica que una política anhelada por la economía norteamericana.  México y Canadá intentan un proceso de libre mercado con USA, que hasta este momento enfrenta dificultades no superadas en los tres países. Y para el Japón todavía no existimos sino como mercado para su exportación.

Proteger el Pacto Andino es proteger algo más que los negocios inmediatos: es proteger la posibilidad del desarrollo, la elevación del nivel técnico y científico, la superación política; significa conjugar un escenario geográficamente común y una memoria común y, al mismo tiempo, una fuente de mayor amplitud ideológica.

El tránsito del discurso latinoamericanista al desarrollo material es un camino de elevación espiritual hacia la masiva creatividad  mundial.

La  economía  aún   está  bajo  la égida de una  política que no favorece a  la integración en la región.  Ecuador, Perú y Bolivia mantienen aún diques -superados ya por Venezuela y Colombia- en el proceso de integración.  Hay en el seno de estos países, contradicciones entumecidas en pavoroso letargo.

No obstante, nada puede impulsar una superación económica y política  de mejor manera que este espacio común que nos dio la Independencia, que nos dieron los pueblos aborígenes  y  los procesos étnico-culturales  forjados en estos siglos, que nos da la experiencia colectiva para vincularnos de mejor manera con la economía mundial.