¿En manos de quien está la salida del subdesarrollo?

El  que  no  posee
el  espíritu  de  su  época, posee  todas  sus  miserias
Voltaire

Al concluir las elecciones de 1992, se evidencia un nuevo momento en la voluntad del pueblo ecuatoriano  y una elevación de las relaciones políticas, a pesar de la caducidad del régimen  en que se soportan. 

El atraso, el desgaste moral y material del sistema económico enfrentó la estrechez de las ideologías reinantes que en rigor son una sola.  Los planteamientos referentes al tamaño del Estado, a las políticas de ajuste, a la inacabable renegociación de la deuda externa, a la conducción de inversiones fueron parte de esa opaca discusión que usa y gasta la buena fe del electorado cautivo de tantas razones.  Las propuestas, cuando no demagógicas, fueron verbos en vitrina: privatizar, devaluar, elevar, subsidiar, regalar, reducir precios de la exportación.  Es posible que en su conjugación se contengan muchas de las necesidades de la «modernidad»  por el mecanismo que oriente esos recursos, si los orienta al desarrollo económico y no a la reedición de una economía especulativa.

A la política económica se le plantea por un lado responder a exigencias sociales y al conjunto de la economía nacional, y por otro, revincular esta economía nacional con la economía mundial.  Los intereses que van a gobernar al Estado en este proceso permanecen todavía en la sombra:  solo la fortaleza del Estado podría ir más allá de la empresa privada  y hacer algo por millones de ecuatorianos que están fuera de toda iniciativa, ajenos al mercado, a la contemporánea producción, arrojados a una contemplación del pasado propia de pueblos derrotados.

¿Cuál será el criterio social del nuevo gobierno en la reducción de las funciones económicas del Estado?  ¿Cuál el objetivo nacional, en relación con la inversión de los recursos extraídos de la circulación?  Si las políticas de ajuste aparecen inevitables para el Ecuador por su debilidad en todos los órdenes, por su ubicación en el concierto internacional, por la determinación objetiva del FMI, la soberanía de las medidas de ajuste ya no radica en obedecer o no un dictamen de tipo financiero, monetario y crediticio internacional, sino en la dirección asignada a esos recursos.

¿Cómo impedir que el resultado de los ajustes sea igual al de la última década,  si en el Ecuador, un sector financiero exportador -acunado en una inflación degradante- ha hecho del proteccionismo una cuestión de principio, a fin de que los sectores productivos se mantengan hipnotizados con ganancias obtenidas bajo ese falso nacionalismo a cambio de la hegemonía en el Estado de los sectores especulativos?  Estas dos fracciones del Poder,  el sector financiero y el sector productivo, no existen de manera independiente, aislado cada uno en sí, se imbrican dentro del ciclo económico que recrea el subdesarrollo, mientras su apabullante ideología mezcla la razón, la sinrazón, y la impotencia colectiva que se realizan en el control social, como paz.

Hay vetustez en la institucionalidad del Ecuador, palpable ante ciertas tensiones de la economía mundial, fuera de las cuales no se puede encontrar referente para la modernización que se exige.  Es necesario llegar a  acuerdos nacionales, acuerdos respecto de la economía, del sistema político ecuatoriano, de la política internacional.  Sin grandes consensos no tendremos ni frontera definida con el Perú ni un proceso de integración adecuado:  son precisos consensos para reducir el proteccionismo o el libre cambio dentro del mercado subregional, para impulsar reformas al Estado, de la organización social de la economía y para precisar objetivos estratégicos de la Nación.  Solo verdaderos consensos permitirán transformaciones útiles.  Esta, tarea, la más importante en esta hora, es la más difícil de enfrentar.

Los debates reales en la historia y en la política han de darse alrededor de intereses reales.  Lo lamentable en el proceso electoral ecuatoriano es que no se haya debatido sobre los principios, es decir, los intereses, y en su lugar se hayan puesto spots publicitarios, que apenas lograron definir el tipo de personalidades en disputa.

Algunas contradicciones sociales -insuperables desde la razón vigente- y los saltos en la evolución humana pertenecen a la historia y no al arbitrio de nadie.  ¿En manos de quién está la salida del subdesarrollo?