“Hemos cumplido”, afirmó uno de los mandatarios. Y es así. El gobierno no ha cometido errores, se ha presentado consecuente -o inconsecuente- sólo consigo mismo. Ha sido, el suyo, un curioso proceso que podría llamarse ‘una cosa en sí’. No existe para los otros. Existe para sí mismo y este ‘sí’ se contiene en una estrecha capa social que usufructúa los límites y éxitos de Sixto-Dahik y las potencialidades del partido gobernante-y-opositor, el Partido Social Cristiano.
El propósito era el equilibrio vía ajustes -igual desde hace doce años- y, a juicio de sus gestores, se lo ha conseguido ya, o está en camino de consecución. Las vacilaciones que el gobierno ha expuesto son resultado de sus codiciosas querellas internas, y las certezas que ha practicado son motivo de sobrecogedoras dudas sociales, pues ni el ajuste antiinflacionario ni las privatizaciones ni la reducción de beneficios sociales ni las leyes propuestas se han aproximado siquiera a las buenas intenciones consideradas.
“Las medidas económicas han dado un resultado magnífico” y desastroso: recursos, a quienes “sí pueden” manejarlos y solo ganas de tenerlos, a quienes “nada” pueden. El FMI ha calificado de “boom” la política económica del régimen y eso basta. La situación de los salarios “será estimulante para el inversionista”: ningún incremento real.
Ha habido estabilidad: el Presidente no ha cambiado de gabinete y el gabinete todavía no confiesa querer cambiar de Presidente.
“La tradición” ha reeditado la frágil y rutinaria movilidad de maestros, estudiantes, trabajadores, empleados, pobladores. Socialmente, los paros, reclamaciones, huelgas, repulsas, movilizaciones terminan en peticiones de audiencia. Los afectados “comprenden pronto” y vuelven a su actividad cotidiana.
El Parlamento está ocupado en fiscalizar “especialmente” 12 años de gobiernos pasados, y deja que el Ejecutivo legisle para los años por venir. Los partidos políticos del Poder están en el gobierno y la oposición. Caminan sobre terrenos firmes. Los medios de comunicación a fuerza del pluralismo están a favor y en contra.
Las Fuerzas Armadas, un tris disgustadas, mejor dicho algo preocupadas, por los excesos del neoliberalismo, quisieran mantener sus empresas.
La política internacional del Jefe de Estado ha tenido un tropiezo inesperado, la pérdida de Bush, traspiés, mas no caída.
La situación social no se incorpora en el balance, porque “de aquello tienen la culpa los manejos pasados”, en especial el precedente; el traspasado, no; los anteriores a este, sí, con la honrosa excepción del gobierno 56-60.
“El pueblo debe tener fe”. Si por cualquier razón alguien agoniza, eso es voluntad de Dios. Así han sido los 100 días y serán los 200 y los 1.460, días de finanzas y negociación, días de batida de “los malos que nos antecedieron”.
Ideológicamente, la situación no puede ser mejor. En el mundo la única vanidad ideológica en pie es la suya.
En cuanto a las elecciones del 96, ya se lanzó un caritativo pre-candidato del partido gobernante-y-opositor, cuya lógica es la del mando y la oposición: hacer lo bueno que le falta al gobierno y jamás cometer lo malo que el gobierno ha consumado. Las variantes sobre este tema dan para los 1.360 días restantes de gobierno y campaña electoral.
Esta democracia es aún opaca e inevitablemente permeable a la violencia que la circunda en Latinoamérica.
Todo cambió, ya. Los días futuros contendrán modificaciones de cantidad y una que otra queja lastimera y en sus entrañas una creciente y volcánica protesta.