Imagina que no eres tú, sino tu patrón cuando delira. Y alega: «solo los más ricos no tienen partidos, únicamente los más pobres lo tienen. Es urgente partidos que proclamen estar con los ricos, un gobierno de los ricos, una iglesia que ore por los ricos, un dios que haga milagros a los ricos, un pensamiento que justifique a los ricos, una voluntad que defienda a los ricos, armas que guarden a los ricos, bancos que operen con los ricos, financieras que financien a los ricos. ¡Basta de tanto apoyo a los pobres! ¡Basta de tanto abandono a los ricos! ¡Basta ya de tanta injusticia!»
«Zas, ¡que razonzota! El gobierno, el Congreso, la política económica son pura ayuda a los miserables. Y sin embargo ese apoyo a los más pobres no ha sacado a ningún pobre ni al país de su pobreza. Y todo comenzó cuando algunos sacerdotes optaron por defender a los indios de la esclavitud, los mercaderes holandeses, entonces partidarios de la manumisión de los indios, convirtieron esa liberación en un formidable mercado de esclavos negros, financiaron la pía conducta que inspiró las leyes de Indias a favor de los más pobres. Simultáneamente, promovieron el nuevo producto, negros resistentes y baratos, excelencia para los cañaverales, la limpieza doméstica, el cultivo de algodón, la caza».
Y luego fantaseaba: » un partido que ante todos reconozca su pertenencia a los poderosos, podría proteger a ricos antiguos, a ricos recientes y a ricos por venir, quienes expropian por enésima vez a los pobres debido a sus incompetencias. Así se sabría con exactitud de dónde nace la riqueza y adónde va, sin pasar por los pesares de las Supremas Cortes. Un partido que suprima la falsa democracia y en su lugar ubique dos principios claros: el oro y la plata. Que la riqueza rebase y desborde todas las arcas, que haga reventar las cajas fuertes, erupcione los papeles bursátiles, como si fuesen ceniza sobre el pueblo que con tanto partido de los pobres no ha podido recibir nada a falta de un partido de los ricos que crezca y se multiplique pensando en los que más tienen y en el dinero infalible para crear carismáticos líderes hasta que alcancen con su seducción la razón y el Poder para imputar la sinrazón al actuar de los otros, y desde ahí saber quién es quién y quién no es quién».
Con voz alucinada afirmaba: «un partido rentable, heroico y ganador que no sea juzgado por sus aciertos ni errores ni por sus éxitos ni fracasos (siempre barriendo el mal), para el que la riqueza sea tanta que ya no cuente el dinero sino cifras, porque entonces sí la justicia pertenecerá a quien puede ejercerla, a ese exponente partido de ricos. Un partido grande y pequeño a la vez para estar en todas partes, reconocido por su riqueza, al extremo que ya no precise robar sino donar, porque ya no le entra más y todo le rebota. Un partido capaz de crear otros partidos de los ricos, reduciendo el número de partidos de los pobres, hasta cuando la sociedad entera sea un partido de los ricos y desaparezcan los partidos de los pobres. En fin, un partido que el pueblo ame como si fuera de los más pobres, siendo de los más ricos».
Se detuvo un momento y reflexionó como si estuviese sobrio. «La razón de los débiles no es razón y si alguien la admite es razoncita, o sea cuasi, pero no razón. La fuerza es oro, jamás un moribundo fue fuerte. Y no es que la razón esté del lado del oro, sino que los fuertes son la única fuente de la racionalidad de cada tiempo».
«Imagina que ese patrón soy yo».
Y no dijo mas. Esto fue un día como hoy: no había horizontes, la noche se alimentaba de ellos.