Nuevos precios en favor de los mas pobres

El 22 de enero, la prensa difundió una declaración del vicepresidente Alberto Dahik: «1993 no será de ajustes».  60 días mas tarde el ministro de Finanzas, Mario Ribadeneira, afirmó: «se harán los ajustes», y descartó que las nuevas medidas obedezcan a condicionamientos del FMI.  El 6 de mayo, el presidente Sixto Durán confirmó que sí habrá medidas,  y precisó, «para cumplir con algunas sugerencias e insinuaciones que ha formulado el FMI».

Los técnicos extranjeros habían aconsejado obtener un superávit fiscal de 0,5% del PIB, uno de los motivos de las nuevas medidas.  El PUR, partido de gobierno que no gobierna, pidió al Presidente que no adopte el paquete; el PSC, partido de oposición que sí gobierna, avanzó y avanza exitosa y afanosamente en las correcciones y rectificaciones del nuevo rumbo.

En el gabinete, los bandos constituidos a cada instante se desbandan y aún acuden de manera eufemística a la voluntad del Presidente, quien a su vez pide a las partes que se den las manos para superar los enojos.  Y al parecer son secundarias distancias, puesto que en el gabinete no hay representación ajena a las de la cúspide social.  La ruptura principal es la ausencia de unidad entre la previsión de las necesidades del momento y el quehacer cotidiano de la administración cautiva del alto vértice del triángulo social.

¿Para qué la elevación de las tarifas eléctricas y las de teléfono si van a privatizar esas empresas?  ¿No será que quieren subir los precios para cumplir de oficio condiciones de posibles adquirentes?

Los técnicos lo saben todo, mientras los que sienten de manera inadecuada una «pobreza que ya no existe» no saben nada, «porque la reserva monetaria se ha recuperado, la tasa de interés ha caído» y… en definitiva (alguna institución lo dice) «casi no hay inflación, y la inflación fue lo peor».

Los técnicos farolean en el Palacio y aterrorizan al pueblo. La ciencia neoliberal sufre de agotamiento por el círculo vicioso de su reducido saber: elevar el precio de la gasolina, devaluar la moneda, aumentar tarifas, indexar capitales, deprimir salarios reales, negociar y renegociar interminablemente la deuda, asignar recursos para operaciones sin destino productivo, impulsar la concentración de la riqueza, estimular negocios claro-oscuros como aquellos de la compra de empresas con obligaciones de la deuda externa obtenidas en el mercado negro blanqueado con el nombre de secundario.  Una sospechosa «modernización» insinúa transacciones de privatización y venta de monopolios.

Algún legislador decía con premeditado candor que «la Bolsa de Valores es transparente»; olvidaba que si existe una caja oscura, es justamente el mercado de valores, lugar en el cual habita con suma satisfacción la mafia financiera a pesar de los buenos empresarios que la invocan y de la economía que la necesita.

El gobierno cree que política social es únicamente sumar policías.  Hay una honda ignorancia sobre lo que le sucede al pueblo, tan atendido con los ajustes «hechos para el bien de los mas pobres»; y como si esto fuera poco, para los mismos pobres, se desprende del cielo un «paquetazo de solidaridad».

Cómo alcanzar los tímpanos del Presidente de la República, cuya generosidad es aprovechada para trapacerías técnicas de un sector social embriagado de abundancia.  El Presidente es frágil, tiene conflictos de incertidumbre, está cercado de fanáticos buscadores de oro y lumbreras demasiado dogmáticas que no disimulan sus suicidas razones.


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