Drascovic, Pelé, Menotti … y al fin el pueblo robó la pelota

Un comentarista -arbitrario y voluntarioso- preguntó a Pelé las razones por las que Brasil «envió un equipo de tercera a la Copa América, señal de irrespeto a la afición americana».  Pelé repuso que no estaba de acuerdo con el contenido ni el sentido de la pregunta.

La queja peyorativa de «equipo de tercera» olvidaba que en el fútbol se contrata, se comercia con clubes y deportistas, y que Brasil tiene muchísimos futbolistas en el extrajero, de cuyas obligaciones se liberan solo para un campeonato mundial y que de entre los futbolistas que estaban en Brasil, los mejores son los que integran este equipo.  Quizás -dijo Pelé concediendo algo a la interrogante que se le hacía- haya uno que otro (futbolista) en Brasil mejor que los que han venido, pero «de los que yo conozco, -dio fe- los que están aquí son los mejores».  En el fútbol -añadió- juegan factores constantes que definen la base de los equipos, además del azar y el auspicio o cansancio de los tiempos.  Brasil vive algo, de cada una de estas circunstancias y envió un equipo de primera, porque en esa representación está el respeto a sí mismo y al fútbol y a los hermanos de América y a las organizaciones deportivas do Brazil, concluyó Pelé.

Sus palabras desvelaban ese voluntarismo hipercrítico que paso a paso va desconociendo determinaciones esenciales en la vida deportiva.

César Luis Menotti y Dussan Drascovic han elevado con sus palabras y silencios la exigencia para el comentarista.  La actividad deportiva reclama, como ubica Menotti, la fortaleza de la armonía colectiva, la relación de los deportistas en su juego con los espectadores, con su graderío, con sus adherentes anónimos, que en contemplación testimonial del valor y del espíritu deportivo demandan superar sus limitadas alegrías.  El marco de calor que rodea la relación de la masa con su equipo victorioso es la expresión mas satisfactoria que los pueblos pueden sentir, nos dijo.

Menotti descubre en la creatividad del individuo ese esfuerzo conjunto que hace de cada magistral maniobra, salto o disparo un arte reconocido por el público; incluso la derrota que termina siendo cohesión deportiva resulta un puñado de la universal victoria.

Menotti parece una pirámide admirando este movimiento que son las razones del fútbol con todos sus componentes: la historia, el desarrollo económico, el conocimiento acumulado, las mediciones del ambiente deportivo, la crítica y las tensiones sociales. El colectivismo y el individualismo, hermanados en su fatalidad, integran en las palabras de Menotti un mago con pelota al que adoran los fieles en su insuperable santuario, el estadio.

Para Menotti la magia está en la comunidad.  A más del azar (presente en un alto porcentaje) hay un nivel material que fundamenta la posibilidad.  Por eso es que para este director técnico de uno de los equipos campeones del mundo el fútbol no se reduce a una máquina de hacer goles.

Dussan Drascovic, Pelé y Menotti tienen la misma concepción de este deporte.  Pero es el director técnico del equipo ecuatoriano quien con mayor silencio ha tenido que resistir a los prejuicios de la negatividad, la ligereza y la demanda arbitraria de aciertos y goles, de estados de ánimo supuestamente fáciles de generar en la ruleta de las palabras que se lanzan sin control desde cualquier micrófono y para cualquier tímpano.   No obstante, la respuesta de Drascovic ha sido el juego extraordinario que exhibe el equipo del Ecuador.

Drascovic, Pelé y Menotti tienen en común el esfuerzo por reducir al mínimo el azar, y sin embargo reconocerlo, en este deporte que a su juicio debe seguir siendo maravilloso.


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