¿Aparece una verdadera oposición alternativa? Mas allá de la aritmética de los votos

La candidatura de Rodrigo Borja a la Secretaría General de la OEA tenía valiosos contenidos. La demanda de convertir el organismo americano en instrumento de transformaciones y eximirlo de cierta naturaleza mini ONU-post 89,  a fin de que la OEA fuera premisa de sanas relaciones interamericanas, exigentes de progreso y ajenas a pasados vínculos político-militares que sostenía la disputa fenecida Este-Oeste.

La presencia de Rodrigo Borja, signo de una corriente plural, habría roto con la estrechez de miras del neoliberalismo en el reordenamiento del organismo internacional.  Lo importante, en este caso, no era el número de votos  sino el significado y atributos de dicha corriente, su alcance político, económico e ideológico.  Opción esencial ante una OEA que todavía erige un muro entre sus propias palabras y los tímpanos de los pueblos americanos.

Samuel Belletini, presidente del Congreso Nacional, afirmó que «parece que el gobierno no entiende que tener un compatriota de la inteligencia y méritos del doctor Borja en la mas alta función del organismo interamericano significa no solo un honor para nuestro país sino además -y lo que es más importante- la garantía de una lúcida e independiente conducción de la OEA, que requiere cambios de profundidad para encarar los problemas internacionales del nuevo orden mundial».

Otro contenido de la candidatura de Rodrigo Borja constituía el ser expresión de un interés nacional, como argumentaron los ex-presidentes Arosemena Monroy y Osvaldo Hurtado, lo que de alguna manera se sintetizó en la acertada declaración del ex presidente Febres Cordero quien afirmó que «(…) el honor de la eventual investidura en la OEA no sería para Borja (…), sino para …toda la nación».  

Eso se preveía en el primer trimestre del año.  Se hablaba de 7 países que apoyaban a Borja.  Entonces, el gobierno ecuatoriano todavía se pronunciaba a favor del candidato costarricense, Bernd Niehaus, la aspiración de Centroamérica.   El 30 de marzo, luego de la reunión de Rodrigo Borja con el Canciller, Diego Paredes declaró que el encuentro «no significa que el gobierno ecuatoriano vaya a apoyar la candidatura del ex presidente a la Secretaria de la OEA»; «solo fue un diálogo amistoso que continuará los próximos días».  No obstante, en la primera semana del mes de abril, el gobierno nacional resolvió oficialmente respaldar  la candidatura de Rodrigo Borja.

El parco quehacer del gobierno fue correspondiente a la unilateral comprensión de los significados de dicha candidatura, a una especie de contabilidad de votos, aritmética lamentable que condujo a la desgraciada declaración del presidente Durán-Ballen de que «es muy difícil que Borja gane»,  lo que ponía en evidencia no solo la endeblez del pensamiento del gobierno en el escenario internacional y nacional sino que, a la par, desconocía el amplio respaldo interno,  argumento que había esgrimido como causal de la asunción de dicha candidatura.

El 19 de agosto, el Presidente de la República admitió que durante la Tercera Cumbre Iberoamericana, habían sido «muy pocas las gestiones realizadas en torno a conseguir el apoyo de otros países, por cuanto se trataba de un tema que no constó en la agenda de las sesiones plenarias».   Utilizando los mismos argumentos de reconocimiento regional del candidato costarricense, el primer mandatario ecuatoriano restó posibilidades a la candidatura ecuatoriana.

El Presidente Durán-Ballén habló en demasía sin advertir la trascendencia de lo que decía; habló sin la experiencia del diálogo de la nación consigo misma, sin la observación adecuada del mundo, sin la disciplina que a la palabra debe imponer el Presidente de la República.

Un voto de silencio ayudaría al gobierno a repensar las cualidades de sus funciones y las cosas en la administración.

Mientras tanto, el incidente y sus horizontes podrían estar conformando el aparecimiento y la marcha de una verdadera oposición alternativa.


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