La política economicista puede convertirse en ciencia oculta y elaborar un discurso axiomático, incuestionable, con el temple del dogma correspondiente a la apariencia.
– ¿Y la recesión podría ser la causa de esta limitada inflación, de la caída de intereses y del creciente desprestigio del Presidente?
– No, contestó el representante oficial. Eso es problema de publicidad. Hitler alcanzó por ella el cenit de su popularidad. En nuestro caso, lo bueno no disfruta de publicidad. Hay que hacerla para que se invierta, aseguró.
Podríamos preguntarnos, ¿acaso los que invierten de verdad desconocen las medidas que ellos mismos imponen?
Un lugar común del discurso oficial opositor es la falta de liderazgo. El Vicepresidente demostró que si algo existe, es el Presidente de la República, y si algo casi no existe, es el Vicepresidente. Desde luego, no se detuvo a aclarar mas. El pensamiento que Dahik posee es parte fundamental de la intuición política con que actúa Sixto.
El nacimiento de este mítico discurso ha podido darse por la transición mundial con la que tangencialmente coincide desde una política envejecida, nutrida de dominantes intereses atrasados.
La magia del discurso oficial se pronuncia de espaldas a la conciencia, incluso, a la conciencia de un sector del gabinete. Reconoce un ministerio, el de Finanzas. Los demás son adornos, momentos espectaculares del gabinete.
Buscando el milagro, se adoptaron las medidas del 3 de septiembre del 92 destinadas a crear vasos comunicantes con el sistema monetario internacional, a impulsar vínculos financieros, crediticios y comerciales tendentes a trasvasar inversiones y tecnología por los caminos de la integración.
Las cuasi medidas propuestas del 15 de diciembre pretenden otro embeleso, el reordenamiento interno de las fuentes de financiamiento del presupuesto del Estado y una cierta independencia respecto de los vaivenes del precio de los productos de exportación del Ecuador.
El discurso oficial se deleita en la tributación que demanda para financiar el presupuesto. Los impuestos indirectos son invisibles, a pesar de que tienen un carácter inflacionario y recesivo. El proyecto de tributación enfrenta la superior argucia del sector privado.
– ¿Siendo pobres, cómo entender que las cosas sean tan caras aquí como en EE.UU. a pesar de ingresos tan mínimos?
– Eso es justamente la pobreza, repuso el mandatario.
Así quedó definida, por el poder adquisitivo de la moneda, la comprensión de pobreza que posee el gobierno. Más no existe. ¿Acaso el problema de los países subdesarrollados puede reducirse al poder adquisitivo? El Rey Midas murió de extremo poder adquisitivo. ¿No es acaso mas grave la incapacidad productiva, la ausencia de productividad competitiva? ¿O basta la armonía declarativa de los índices macros de que disfruta el grupo social satisfecho?
El neoliberalismo no es el causante de confrontaciones sociales, afirma el discurso oficial. La tv y el pasado socialismo son causantes de la violencia. En la ex-Yugoslavia, la culpa la tiene Tito. Así la historia presente queda opacada por este simplismo.
El discurso gubernamental se queja de la ausencia de objetivos nacionales en el Estado. Y es que los objetivos nacionales se organizan desde vínculos de la cultura en procesos económicos trascendentes, que el economicismo desconoce. Y por esto, la economía mundial se presenta en la política económica ecuatoriana como invasión a un territorio.
La magia del discurso oficial lo domina todo. Está en el parlamento, en la función judicial, en los gremios, en partidos políticos, cámaras y universidades.
Y sin embargo, la política económica de este instante niega que el mercado sea siempre determinante positivo de precios y desarrollo.