En Ecuador, el grupo financiero en el Poder disfruta del desconocimiento de su propia historia. Los políticos que lo representan son héroes de batallas libradas por sus esclavos, valerosos por la disposición al sacrificio de sus súbditos, populares por el anonadamiento al que han conducido a sus electores, son sordos de sí mismos y de los otros.
En el fondo, están solos. Hablan con el eco de su voz. Solo ellos poseen la razón y no cabe en los confines de su reino ni una razón mas por pequeña que sea en el tratamiento y evaluación de la renegociación de la deuda externa, en la copia que se pretende imponer a la seguridad social, en los frustrados ordenamientos agrarios, en los procedimientos de privatización y desinversión estatales, en el culto a los monopolios privados.
En el caso del IESS, el gobierno no ofrece un proceso de modernización de la seguridad social, plantea (en rigor) pasar algunos recursos del IESS -que el Estado usó desde siempre- al usufructo del sector financiero, a cambio de excelentes servicios que en la esfera privada éste ofrece a sus clientes. El discurso dice crear seguros paralelos competitivos. La doblez de ese discurso susurra: usufructo privado de esos aportes.
Y la propuesta de creación de un banco del afiliado disgusta al Poder: «el seguro no puede tratar sus recursos de manera financiera. Son otros sectores los que deben hacerlo».
El IESS fue el espacio en el cual diversos gobiernos ubicaron a su mas pobre y entrañable clientela. Así, lo agigantaron. Usaron el dinero de los afiliados. Abusaron -junto con círculos patronales privados- al no pagar los aportes que debían. De las deudas del Estado, la que éste tiene con el Seguro Social es la mas grande después de la externa. Jamás se ofreció alternativa alguna para su desarrollo.
Hoy la reconstrucción del IESS supone su destrucción El gobierno ha asumido ésta como su tarea. Lo puede lograr, porque el IESS se anquilosó. Está obsoleto. Su estructura interna no es factor que dinamice la transformación y los ritmos que demanda el presente. La relativa parálisis y visión extremadamente ideologizada de los sindicatos son de uso publicitario eficiente para ir destruyendo en el Seguro Social incluso aspectos positivos no onerosos para el afiliado.
En los paradigmáticos casos de Chile y Argentina -paradigmáticos en el alma del anciano Poder- se encuentra una empresa privada con experiencia productiva e industrial de hace décadas y dispuesta a compartir determinados costos y pagos para la seguridad social. En el caso del Ecuador ese fenómeno no existe. Aquí la empresa privada impuso a través de sus gobiernos y gremios, la forma de organización semi estatal de la seguridad social que es como funciona en la actualidad.
La magnificación de la corrupción y santidad dentro del IESS es -sobre todo- patrimonio del Estado y desata su destrucción. Contra el gobierno, por ejemplo, ninguna conveniencia del Poder apresuraría semejante propósito.
Si la deuda externa es obra de la providencia, su renegociación es de providenciales. Nadie sabe por qué. Nadie conocerá jamás cuánto pagaremos al fin de 30 años, ni el misterio de la capitalización de los intereses, ni la técnica con que lo hicieron. Un diluvio de dólares caerá sobre nuestras empresas, gracias a la renegociación. Aunque aquí el oro es una quimera en manos de 200 ángeles. Los pecados financieros claman al cielo.
La modernización aún es el tránsito del control agro-exportador y bancario al control especulativo absoluto del sector financiero.
Están juntado todo el material social explosivo del país.