Definitivamente sí a la Asamblea Constitucional

La consulta respecto de la Asamblea Constitucional es necesaria.  Los reproches, especialmente desde el Congreso -la mas importante tribuna y sepultura electoral de estos días-, están mas ligados a prejuicios y cálculos hacia el 96 que a la lógica, a la legitimidad y la historia.

El problema fundamental del Estado ecuatoriano es la baja representatividad que posee y su impotencia para convertir el derecho en fuente de transformación.  Su sistema político y electivo no cuenta con un nivel mínimo de credibilidad, y la economía impone rebasar la visión simplista de la juridicidad.  Además, la desgastada legislación, otrora positiva forma de la espontánea evolución nacional, cede el paso a un emergente derecho global y personal.

Es importante organizar un Estado altamente representativo que sea instrumento del desarrollo, adecuado en sus funciones al movimiento internacional de los Estados y naciones del mundo, y llevar adelante una redefinición de categorías que han embargado la mente del zoon politikón como soberanía, democracia, economía nacional, intereses nacionales.

La materia de la convocatoria requiere establecer los objetivos de la futura Constitución: quizá el régimen parlamentario-presidencial, la descentralización, la normación democrática de las relaciones interétnicas, instancias de apelación de la política económica, el desmontaje de una estructura administrativa caduca, la redefinición de  la singularidad de funciones y estructuras estatales.  Se suman exigencias acerca de los procedimientos de elección y selección de representantes a la Asamblea, la dimensión de la representatividad de empresarios, pueblos indios, campesinos, trabajadores, cámaras, sindicatos, gremios, banqueros, FFAA, iglesias, partidos políticos.   La Asamblea Constitucional permitiría la expresión de temas que no se discuten en el Congreso.  La democracia así sería mas transparente.

Si la economía en el mundo es una sola, y la «economía nacional», una fase de ella, en algún lugar se la piensa.  Y no es aquí.

Un imperativo mundial mas desarrollado, con mas ciencia, armas, finanzas, crédito y técnica impone a los grupos económicos y políticos que conducen el Estado romper con vínculos atrasados, salir del vacío de su agotada conciencia.  La economía mundial demanda desmontar incluso una forma de existencia del Poder.  Aquí radica el miedo al cambio de la oposición oficial.  La impugnación a la Asamblea hace mayoría amontonando los temores de la vieja práctica.

Se abre un debate histórico que se pretende abismar por miedo a la vida, a la libertad, al nuevo derecho.  La propuesta de la Asamblea ha rebasado a la oposición oficial y la rebasa solo por ser mas correspondiente con la historia.

La oposición quiere organizar la no-consulta  para dar continuidad a lo mismo. ¿Después de la  no-consulta, qué va a suceder? ¿Después de la consulta  fallida  qué propuesta de cambios caben? ¿Después de la no-consulta, qué consulta al pueblo es viable?  ¿Después de la no-consulta, dónde está la suprema autoridad?

La mayoría de los representantes del Poder resisten y especulan con la incursión del pensamiento de la economía y política mundiales, que se expresa en medio de una tremenda deshumanización y desconocimiento del pueblo ecuatoriano, a través de un Estado derruido que agrava la situación social de las capas medias y clases desposeídas.

El Estado centralista, arbitrario y  presidencialista ya no logrará que sus funciones se armonicen.  Es necesaria una nueva forma de Estado con espacios para el consenso, donde las contradicciones de la sociedad intenten resolverse mas en sus escenarios y menos en las calles.  El Congreso actual está imposibilitado para transformarlo, solo maquilla leyes  que propone el Ejecutivo.

El juego oficial, gobierno-oposición, ya no determina dónde están la razón y la sinrazón.

La consulta podría tener una sola pregunta: se convoca a la Asamblea, o no.

El sí sería la respuesta.