Una ventana de petróleo

Carlos León González propone hacer una historia económica distinta: un ciclo correspondiente a la Era del hombre del hidrocarburo, un tiempo que se acaba, Era que sucedió a las del carbón y del vapor, cuyas improntas serán siempre parte del espectro manifiesto en las dimensiones nacionales. 

El petróleo: ¿hacia donde va? Tendencias básicas del futuro petrolero mundial y nacional  es el título de un texto extraordinariamente sugerente que posibilita una cantera de lecturas.

Se destaca el papel de la OPEP en el cambio tecnológico y la búsqueda de otras fuentes de energía.  El precio elevado del hidrocarburo permitió diversificar e incorporar el uso de fuentes de energía (más caras) cuya reducción de costos impuso el avance tecnológico.

El petróleo, que no puede considerarse riqueza a largo plazo, fue estratégicamente reducido en tanto energía y utilizado más como materia prima básica de una petroquímica que pretende satisfacer la necesidad de reciclar sus productos.

Carlos León señala que «hoy el mundo refina una menor cantidad de petróleo, posee menos torres de exploración activas, ha mermado la capacidad de la flota-tanquera, no ha elevado el consumo físico de petróleo, no ha incrementado la producción física de crudo.  Y, sin embargo, entre 1970 y 1991 ha duplicado el PIB mundial, al tiempo que ha disminuido su participación en el consumo total de energía primaria del 47.3 al 37.8% entre 1973 y 1990».

El desarrollo puede medirse por el consumo de energía (y en particular de las formas renovables que ella adopta).  A la par, la pobreza también se podría medir por la simple venta del crudo y todos sus oleoductos.

Un primer momento de estas dos décadas se caracterizó por la capitalización de los países-OPEP y otro -a pocos años de iniciada la primera década, y hasta hoy cuando ya ha desaparecido la OPEP-, por la descapitalización de los países que integraron dicha organización.

Gran parte de la historia de la deuda externa de los países pobres exportadores de petróleo estuvo ligada a su constitución como sujetos de crédito, para lo que sirvió esa capitalización inicial.  Mientras la descapitalización está ligada a que «la pobreza hoy es una condición de la producción mundial de reservas de petróleo».  De aquí, afirma Carlos León que la miseria que nos conduce a destruir nuestros productos de exportación debe contrarrestarse con políticas de ajuste que protejan esa exportación de recursos para que sigan siendo fuente de divisas que permitan el pago de la deuda que obtuvimos en la época de la quimera del petróleo.

El relato sobre el petróleo de los últimos 20 años es una crónica de la pobreza de la economía ecuatoriana y del enriquecimiento de un minúsculo grupo del poder.  Se inició cuando un barril de petróleo desfiló por la capital de la república como virgen extraída de las entrañas de la tierra, cuando las empresas transnacionales aconsejaban la estatificación demostrando la impotencia de la empresa privada para los grandes riesgos e inversiones.  El Estado se renovó bajo el aplauso mundial de las financieras que nos ofrecían crédito a raudales: ¡endeudamiento agresivo!  fue el grito del mundo Occidental.  El Estado debía comprar. Y compró hasta quedarse sin un centavo.

Ahora nos enseñan que el Estado debe vender.  Estamos en el momento en el que el Estado debe pagar. Y pagará hasta quedarse sin un centavo.  Los organismos financieros internacionales aleccionan sobre el endeudamiento como camino válido para seguir pagando.

Carlos León responde a la pregunta:  ¿por qué existen políticas de ajuste? Y nos propone este estremecedor porqué.

Ese texto contiene verdaderas ventanas estadísticas y no pruebas  de ningún prejuicio.  Ahí están los laboriosos esfuerzos de María Eugenia Fajardo, Rosa Salazar, Xavier Toala, Gladys Torres, investigadores participantes de ese texto que merece una lectura nacional y que se elaboró el año 93 en el Instituto de Investigaciones Económicas de la U. de Guayaquil.