La historia rara vez se presenta desnuda y en los titulares de primera página. A veces aparece en los intereses personales, oculta tras presuntos o reales apetitos individuales. Jamás decurre al margen de la sicología, las ideas y la práctica de los hombres concretos y sus pasiones.
La mas atrasada ideología del delito despliega prejuicios seudo justicieros en todas las funciones del Estado. En el Congreso, la pasión por el castigo ha substituido la serena conciencia que debe enaltecer la fiscalización, la legislación penal, la educación.
El Grupo de Río y su manifiesto está cuestionando sigilosamente al sistema interamericano. La mayoría -la de los integrantes del Grupo de Río- no se atreve a tomar una decisión obligatoria para todos los miembros de la OEA, sino que opta por la simple proclama moral que precisa trasformar el sistema Interamericano.
Hasta ahora ha permanecido fuera de la forma constitucional y legal, confundida con la actividad penal y sus particularidades, para así tratada atribuírsela a la política, que apenas admite responsabilidad propia, y de manera unidimensional e incipiente.
Los resultados del pronunciamiento del 28 de agosto pueden tener diversas lecturas: una legal; otra de normatividad ética y una tercera, sobre la cualidad de las respuestas a la consulta.
El síndrome de la consulta ha quedado atrás. Esta brotó, independientemente de su estrechez, de la actual transición de la Historia humana, también del doctrinarismo de los mandatarios y de la débil disposición social para orientar sus pasos hacia la globalidad, el cambio de la forma del Estado y de la sociedad.
Condición para los cambios es saltar hacia una cultura de la transformación en la que se involucren todos los sectores sociales, sus intereses y los hacedores de la opinión pública.
La moral en la historia no puede ser juzgada por el pacato moralismo individual.
Haití es la excusa. La causa es otra: reorientar organismos mundiales y regionales, reinterpretar la regulación internacional, tensionar el poder y el ordenamiento político al interior de EE.UU. Este ha quedado sin su gran enemigo. Ahora lo acosan virus y micro-organismos. No solo Haití, también Somalia, Japón y su comercio, la guerra en la ex-Yugoslavia,…
Una ideología es dominante, porque sus acepciones se convierten en lugares comunes del lenguaje en la vida cotidiana, y es ideología en la medida en que expresa la exterioridad, la apariencia.