La evolución mundial conduce a prolongadas, tortuosas y violentas confrontaciones en armazones administrativas e intereses de todos los regímenes, también en las ideas que pretendieron detenerse en las fronteras de la economía nacional.
Parecería que todo se resuelve en sus extremos (flamantes extremos): guerras nacionales e interétnicas, o pacificaciones convertidas en treguas, estrenos de Estados y desaparición de otros, ingresos de naciones y países a organismos mundiales, religiones políticas y políticas religiosas en combate, supersticiones y prejuicios económicos e ideológicos convertidos en incipientes cultos. Es el fin de tradicionales esquemas, vínculos y funcionamientos del viejo mundo.
Una de las manifestaciones de este fenómeno inmenso se refleja en Ecuador como problema moral: «cúpulas corruptas», «degradación de los partidos». La recurrencia a solo estos señalamientos refleja la estrechez de la comprensión que minimiza la causalidad universal y muestra cierto desdén hacia los vínculos entre economía, poder y política.
Además, la caducidad del andamiaje partidario corresponde parcialmente al despliegue de la base económica de la sociedad, y a las fisuras estructurales del poder que ya no se siente proyectado bajo la actual ordenanza.
La corrupción es a la dimensión de la crisis apenas una hoja de parra con la que se intentaría volver pudoroso a un dinosaurio. Así se manifiesta la necesidad del cambio, como si solo se tratara de negar el pasado deshonesto al que está atado el deshonesto presente.
El surgimiento apasionado de «los independientes» es muestra de las concreciones que revelan lo imperativo de reestructurar el Estado.
Por esta razón se presenta Ricardo Noboa Bejarano quien impugnó la carencia de escrúpulos de su ex-partido. Su pre-candidatura a la presidencia de la república será trascendente en la medida en que exhiba la política que reclama el presente, el riesgo y la profecía.
Jacinto Velásquez Herrera es otro signo de los independientes e indicio de renovación. Critica las restricciones y vacíos del Estado en pos de políticas democráticas. Se diferenció también del partido que se vanagloria de ser «antipartido», según el candoroso mimetismo de la publicidad.
Hasta este momento, los pre-candidatos independientes aparecen mediante la desvinculación de algún partido del vetusto poder. Pocas veces en la historia se ha pensado en líderes al margen de funciones y estructuras estatales. La política -se diría- se ha urdido hacia el poder y desde el poder, y esa especie de complicidad del individuo con las fuerzas sociales que hacen la administración de la sociedad ha correspondido siempre a intereses de una parte de ella, parte que ha producido el más cercano contenido de partido político durante este siglo.
La significación actual de los «independientes» dará paso a la conciencia de los requerimientos mas hondos para el desarrollo social, cuando se haya operado el adelanto del régimen ligado al destino de las germinales fuerzas cohesionantes de la nación. Mientras tanto, serán los protagonistas independizados de los partidos del poder los que denoten la transición.
El Ecuador vive el proceso de restauración del poder que, se diría, no se ve reflejado en ninguno de los partidos inscritos en el registro del TSE. El llamado a la participación de los independientes es incluso ventaja y premisa en la búsqueda de exponentes que el propio poder requiere.
Sin embargo, también la nación reclama representación mayor. Y ante esto están en marcha fuerzas con dimensión nacional.