De la estética y las formas en la Historia

Allí donde un sastre remendaría su tela, donde

un calculista hábil corregiría sus errores, donde

el artista retocaría su obra (…), la naturaleza prefiere

volver a empezar desde la arcilla, desde el caos (…)

M. Yourcenar

Cada vez que en la evolución humana se desata el paso de una etapa a otra o se muta un orden a consecuencia del progreso -o de fases regresivas- o se gesta un modo de producción o, simplemente, cruje el reordenamiento del poder, el desarrollo ha exhibido como una regularidad el quebrantamiento de sus formas.

El verbo transformar asume el drama de las manifestaciones de la conciencia y la vulneración de las magnitudes y cualidades que le sirven de sostén.

Hoy es mas comprensible que antes la inevitable ruina en las formas que impone el progreso. Un nuevo orden mundial transfigura, renueva o anula paulatinamente relaciones y destinos.

La metamorfosis pone en crisis a la vieja razón y su armonía. Apremia una lógica distinta, mas trascendente, de mayor sentido práctico y funcionalidad respecto de la ciencia y la técnica.

Este fenómeno se presenta en los países atrasados tal cual pesadilla donde la vida social está ligada a una tradición que no advierte en las rupturas mas que destrucción, experiencia cierta de los pueblos que conocieron la inmensa desgracia y escasa dicha de haber sido «descubiertos» y mas tarde, «conducidos» como minusválidos, deudores eternos, pueblos subdesarrollados.

En el mundo subdesarrollado, las relaciones sociales y los Estados subsisten en transición. La espontaneidad ha resultado insuficiente para ascender a la organización moderna.

Allí el reflejo definió desde siempre intereses ajenos a la fuente, un rostro de espanto o una caricatura: lágrimas inútiles o carcajadas sardónicas.

Ahora, al parecer, baja el telón de ese drama agotado. Esto, sumado a las transformaciones mundiales, enfrenta al anciano tercer mundo a la decadencia de sus tradicionales disfraces y, a la par, le enrostra el surgimiento de apasionantes y desnudas contradicciones que dinamizan la reestructuración del poder.

Se gesta un orden -no mas feliz ni mas desgraciado- simplemente nuevo, aún sin formas, descalificado en nombre del viejo ropaje. Restallan las prejuiciadas contiendas entre puritanos y desvergonzados con las que se embriagan unos y otros.

La moral en la historia no es semejante a la moral de las circunstancias individuales o colectivas.

La fuerza de la conducta transitoria de la masa se cohesiona en las emociones circunstanciales que cultivan el odio y el castigo eternos. No obstante, la elevación de la conciencia argumenta mas que el énfasis emocional de la seudo ética que impera.

Se trata de un interregno entre lo que fue y será. Una especie de presente se va y nos arrastra hasta dejar de ser. Ese instante, en la historia universal puede durar siglos y a él pertenecen el escepticismo, el pesimismo, la incertidumbre, el existencialismo, el puente entre la guerra y la paz, la angustia, la magia, la religiosidad.

Se diría que no hay salida.

Entonces, el arte la encuentra. Cobra dimensiones superiores. Recrea la ética, la política, la estética y demás nombres de la práctica humana.

En última instancia, aporta una racionalidad mas amplia y generosa.

Pero aún no es. Está en transición.

Se trata de la arcilla en la naturaleza. Es decir, del caos en la Historia para volver a empezar.


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