La Asamblea interina y su terapia ocupacional

El poder decadente tiene capacidad para protegerse de las presiones contrarias al statu quo. Aún restablece con eficacia ilusiones y utopías perdidas en la sociedad que domina.

La gravedad del estancamiento se manifiesta en la agonía de «sectores sociales sin salida», en el afianzamiento de adalides políticos de la caducidad tradicional, en la terrible subordinación y sometimiento de la masa laboral y empresarial del país, y en la magia para convertir la Asamblea Nacional en otra Comisión, esta vez congresil.

Ahora, el control social ya fue recobrado y se restablece el equilibrio extraviado durante el mandato anterior.

El 6 de febrero las fuerzas sociales que propusieron convocar a Asamblea Constituyente recogían la demanda generalizada de elevar cualitativamente el régimen y substituir la élite política desgastada en prácticas nada rescatables para el progreso ecuatoriano. Anhelo «aprobado» por el Congreso, para animar el golpe de ese mismo día. Mas tarde, la premeditada confusión entre Constituyente y Asamblea Constitucional sirvió para remontar la contingencia. Se abrió paso la denominación Asamblea Nacional queno era ni la una ni la otra, pero se parecía a ambas, y la consulta la definía como constitucional, sin nombrarla (por si acaso alguien intentase arrogarse o entregarle atribuciones mayores).

Los «límites y tareas asignadas» a la Asamblea, restaurar y «no tocar lo hecho» por el divino Congreso, descubre que esa función (la de legislar) se dejó de ejercer hace mucho. Y desnuda la evidencia de que la Asamblea será interina, es decir, hegemonizada por el PSC, cuya cúpula maneja y navega en todo el Estado, la pasión del poder y sus ceremoniales, el gobierno y la oposición, la fugacidad y lo transitorio de sus adversarios.

Las enmiendas que el Congreso prevé son superficiales, adscritas a una u otra persona o circunstancia. Así la reunión no se evitará en el mediano plazo, pues para quienes el golpe encumbró la Asamblea es el costo de las jornadas heroicas, su mini revolución, mini destino, mini reconocimiento a su mínimo actuar. El 5 de febrero será día de la «anticorrupción», el 6 de la «constitucionalidad» y el día que se instale la Asamblea, el de la reformación interina. Si no, demás se entendería la Asamblea. Quienes controlen la Asamblea pertenecerán al interinazgo, los adversarios admitidos tendrán también un sitio para decorar la democracia. En consecuencia, la Asamblea Interina se consagrará a mejoras, reparaciones, perfeccionamientos, condenas y simulará el espacio suficiente para esta política de terapia ocupacional.

Si la Asamblea Nacional se les escapa de la vigilancia, tendría tareas históricas. Saber si el presidencialismo heredado de la Colonia sirve o no; si las formas oligárquicas que auspicia el régimen político tal cual existe es o no un instrumento del desarrollo; cuestionar la estructura y forma del Estado, su correspondencia con la nación y vigencia histórica; concretar instituciones que coadministren la nación; imponer la presencia de intereses desconocidos (Vg. relaciones interétnicas) en el mayor instrumento político de la nación; establecer mecanismos de consonancia mas adecuados con la reproducción positiva y progresista del Estado, que bien podría ser un tipo de Estado parlamentario-presidencial. En síntesis,las tareas reclamadas por la época estarían definidas por aquellas razones que condujeron a hablar de Asamblea Constituyente.

Un salto de esas dimensiones entraña renovación profunda en la configuración ideológica de la generalidad. Ampliaría la democracia, reconocería al distinto, al interés que está mas allá y que colinda con el que defiendo. Ese objetivo guiaría verdaderas reformas.

Empero, la Asamblea Interina que el viejo poder prepara está desviada hacia diverso, dispar y separado provecho. Innumerables estacas van clavándose alrededor de las atribuciones de esa reunión interina. Esta comienza por no definir ninguna estrategia de desarrollo nacional: enmendar es nadar hasta mayo del 98, sin importar adónde.

La organización de la Asamblea prosigue el método del golpe. La anticorrupción interina es a la moral lo que la Asamblea Interina, a la política y, por añadidura, algo de entretenimiento y satisfacción para todos. Se trata de lo mejor de la peor democracia.

Hay quienes desde otro rincón del poder claman por la misma Constituyente y se plantean acceder a la globalización aunque reducida a la política neoliberal. En todo caso, esta es otra propuesta que plantearía la Constituyente.

No obstante la fuerza del statu quo y el poder que ha refinado un cambio para seguir igual han decidido asumir esta Asamblea Interina que habrán de soportar y gestar con el cerebro del Congreso, las manos del Ejecutivo, las intenciones de lo judicial, la cegada aritmética electoral, y aplicarla como terapia ocupacional.