Un sector avanzado del periodismo latinoamericano está interesado en elevar sus criterios, organización, producción, entendimiento, ética, profesionalismo y correspondencia con la colectividadtoda. La burocratización del periodismo -afirma- ha conducido a una nefasta mecanización en la obtención, elaboración y entrega de noticias, fundamentalmente en la televisión.
En la prensa, los sucesos yacen novelados. En ella aparecen los buenos y los malos. Todo resulta preescrito, preguntas, respuestas y reacciones.
La renuncia al examen del poder ha degenerado, muchas veces, en persecución o silencios encubridores de individualidades. Lo demás, es relleno. Así, la elaboración de la información carece de voluntad y cae inerte desde el vocero del poder a la grabadora y luego se edita y reedita para ir a la pantalla, al papel, a la emisora.
Por ese sendero los medios han dejado de estar al servicio de la población. El área mas afectada atañe al periodismo político. Los medios están sometidos a que el aparato administrativo sea el que informe con su característica cortedad.
Los medios de comunicación en general han contribuido a debilitar las condiciones que les permitirían competir y en lugar de competidores son cómplices (Fernando Paulsen, chileno, dirigente periodista. Revista Qué Pasa. Nº 1348).
En muchas ocasiones, la subordinación del periodismo frente al Estado permitió que la «inocencia de la autoridad» fuese otra causa de la degradación del poder.
Esto se agrava cuando la competencia de los medios se suplanta por la utilización de prejuicios premeditadamente generalizados. Han convertido a un sector cultural en su nefasto escudo. Un túnel del poder los libra de toda agresión. No tienen disposición a la conquista del saber, sino a recorrer ese camino preestablecido en el que la única obligación es resistir hasta alcanzar la medalla al mérito por haber defendido «heroica y libérrimamente» el statu quo.
Las empresas tienen elementos comunes, inversiones, salarios, equipamiento. Sin embargo, aquellas que generan y divulgan información, constituyen uno de los factores de materialización de las ideas y se diferencian de las otras empresas por la proximidad de su producto (palabras e imágenes) a la conducta colectiva.
De los medios de comunicación, los dueños casi han desaparecido. Y en esta apariencia, a veces, se teje la opinión pública. El siglo pasado identificó la libertad de prensa con la de empresa. Hoy, circunstancialmente, en los remansos democráticos, esa libertad conforma espacios de libre expresión del pensamiento.
Siempre será difícil diferenciar la opinión pública de la intención de generarla, y más aún de la absolutización que puede alcanzar la opinión publicada como si fuese la de todos.
La libre expresión del pensamiento también ha sido obstruida por dulzuras estatales, prejuicios, lugares comunes y axiomas periodísticos, y es entonces cuando todo permanece frente al pasado. En estas condiciones, la comunicación proclama temores ante sus fantasmas y acuna quimeras oficiales.
El periodismo requiere de libertad, pero no solo de la del empresario, sino de la del reportero y la del cronista, que la ejercen de acuerdo con el empleador y también en desacuerdo. No son cautivos del personaje estatal o del administrador de moda y son capaces de quedarse solos abriendo caminos.
La profesión de periodista es la mas agredida por el stablishment que la acuna hasta volverla inútil. Su esterilidad se evidencia -o se oculta- en su canto al poder. El sistema ha hecho del periodismo una profesión de pocos sentidos, a pesar de grandes escándalos y bullicios.
Por lo general, el excesivo volumen de abrumadoras palabras, imágenes y decires que pasan por información son -crónica roja, supersticiones, milagros, hechizos, ufologías- puñados sonoros, televisivos o de papel con los que se supulta toda posibilidad de conciencia.
El problema central del periodismo radica en el contenido de su producto y la correspondencia con el tiempo y el interés social al que sirve. No está única ni principalmente en su presentación, trama, coreografía, diagramación, diseños y colores.
En una sociedad donde la opinión pública es refleja y carece de voluntad crítica, el sometimiento al Estado tiene una dimensión paralizante. La población es pasivamente consumidora de pocas imágenes y palabras, acepta que los medios hablen por ella. Ese hablar se convierte en opinión pública. La población no comenta. Se diría que se trata de una sociedad esclavizada incapaz de mostrarse a sí misma. En este marco hasta ‘agrada’ que un medio derive en juez, quebrante la comprensión de su propia función y termine suplantando al colectivo socialen el cual se distribuye.
El periodismo podría contribuir a elevar el nivel de vida desde la conciencia. La información puede hacerlo. Dejar que se forme la opinión pública. No suplantarla. Elevar la voluntad moral de esta profesión es esencial. La prensa no es vigilable, lo que ella hace no se discute.
Los medios carecen de perspectivas autocríticas, cuando mas, reclaman para sí «perfeccionarse», no se preguntan qué intereses producen la información cotidiana, en ellos la responsabilidad es mínima. Más aún si la práctica de encuestadores se absolutiza, resulta fácil probar cualquier razón periodística.
El crecimiento del periodismo solo puede darse a partir de su contribución a educar sujetos críticos y esto es posible si los medios de comunicación reconocen su maravilloso potencial de servir a la colectividad y no abyectamente al poder y sus representantes, y desatan su transformadora capacidad autocrítica.
La grandeza de la comunicación agiganta la generosidad y lleva al límite la condición humana, desata la emulación por el progreso, no acusa ni protege al poder en individualidades y se mantiene como su contrapeso.
La crítica encumbra la palabra de la prensa, le ofrece correspondencia con el proceso social.
Para esto, algunos medios deben correr el riesgo de vivir sin protagonismo y al margen de la impunidad.