Armas de destrucción masiva

Los disparos contra Irak no hacen una guerra, son un tiro al blanco. Irak es polígono de armas de destrucción masiva ocultas en palacios, campamentos, hospitales, museos, poblaciones. Si yerran, da igual, pues las bombas siempre caen sobre el objetivo. Así nos informan.

Cuando se habla de Irak, se cree o se descree. Simplemente se da fe. No se conoce.

Este desgraciado suceso encierra diversidad de significados.

La causa esgrimida para los castigos bélicos y el embargo decretado por la ONU contra Irak ha sido un combate a las armas de destrucción masiva. Principio importante.

Esta lucha debe alcanzar a todos los potenciales y, además, reales productores de esas armas que han de ser proscritas. Pero si solo es contra Irak, se trataría de una focalización interesada.

Los medios de destrucción masiva van mas allá de las armas químicas y biológicas usadas durante las últimas décadas en Medio Oriente, Asia, África, incluso de explosiones bacteriológicas generadoras de nuevas enfermedades.

Pero, aparte de aquellas, cómo olvidar otros «éxitos» diplomados por destrucciones masivas. Ni las pestes medioevales alcanzarían las dimensiones dramáticas del 85% de la población infantil ubicada en el mundo subdesarrollado, magnitud cercana a 5.000 millones de seres sin destino ni salubridad ni educación ni ocupación ni trascendencia. El subdesarrollo es el procedimiento (¿natural?) mas destructor que se ha conocido nunca en ningún estadio de la evolución. La mayoría de los hombres afectados por el atraso y la pobreza están muertos para la historia.

También los embargos son armas de destrucción masiva, respecto de pueblos o Estados contra los cuales se ejercen. Ningún embargo ha contribuido a mejorar la condición política, moral, económica o social del agresor, menos aún del agredido.

Asimismo, la mentira es arma de destrucción masiva, destruye la comprensión circunstancial de las cosas y, a la larga, el pensamiento de sus devotos.

La mentira internacionalizada es poderosa. Bomba semejante a aquella selectiva de neutrones que destruye solo a seres humanos y deja intacta la infraestructura. Se equipara a la deuda externa. Arma de destrucción mayor, mas grave y masiva que cualquier sustancia química o bacteriológica de las que hoy le prohíben poseer a Irak.

Las armas de destrucción masiva se han desarrollado más en la economía que en el aparato bélico. Lo dicen las estadísticas de la OMS, FAO, UNESCO, ONU. Lo demuestran las cifras del Banco Mundial, el BID y FMI, siglas parecidas a otras armas de destrucción masiva, y a esa muchedumbre espectral de niños jugando a su limosnero porvenir.

El planteamiento del Estado norteamericano orientado a prohibir la producción de armas de destrucción masiva es necesario, a condición de que no sea un pretexto de ocasión.

Las motivaciones de antaño ya no parecen tan reales: abaratar con arbitrios bélicos, pacíficos y políticos recursos para enfrentar la cuestión energética. La década de los ochenta dio fin a la autonomía de la OPEP. La guerra del Golfo (1991) resquebrajó la voluntad política de la nación árabe y mostró la parálisis del mundo musulmán sumergido en contradicciones medioevales. El año 74, el barril de petróleo llegó a 50 dólares y ahora, 1998, bajó a menos de 7 dólares. Pero esta vez no hay estrategia, todo el bombardeo aparece solo como táctica.

La estructura del complejo tecnológico militar, los vínculos con la violencia económica, más la debilidad circunstancial de Clinton facilitaron la coincidencia del impeachment con los bombardeos.

Para los intereses nacionales (mas profundos que los que se esgrimieron en la guerra fría y su inercia) y las demandas económicas reales, los bombardeos son advertencias escalofriantes entre los que poseen verdaderas armas de destrucción masiva.

Es el ataque del país mas desarrollado del planeta a uno atrasado. Su voluntad se impone sobre las demandas de la moral y el derecho internacional. La ONU no tiene voz, presta su bandera a la unipolaridad militar. El derecho internacional fue y es escudo de grandes potencias. No existe contrapeso para esa fuerza. Asistimos al ocaso de la doblez de este derecho, a la emergencia de un proceso nuevo que podría ser superior. Pero, el tiro de gracia contra Irak nos recuerda que el mundo todavía no cuenta con ello.

Estas acciones militares no eran imprescindibles. Europa niega mayoritariamente la necesidad de esa agresión. De 300 actos de investigación realizados por expertos militares en Irak, solo cinco cuestionaron la accesibilidad ofrecida por su gobierno, los cinco fueron destacados hasta convertirlos en causa de la agresión.

La tecnología (a prueba) versus el hombre lastima. Cultiva crueldad y tragedia.

El silencio sobrecoge como las sombras.


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