El Derecho Penal siempre estuvo ligado a circunstancias ideológicas, activa la consolidación de los intereses que lo auspician, pertenece a la órbita de la subjetividad del poder e influye en el fanatismo colectivo.
Corresponde a grandes épocas ascendentes (la guillotina fue natividad del mundo moderno) y a momentos descendentes (las hogueras de la Inquisición que también consumieron el medioevo).
Esta naturaleza del Derecho Penal está presente en nuestra historia.
La pena de muerte que los libertadores impusieron pertenece al nacimiento de estos países. La que hoy se disimula como cadena perpetua, obedece a la más pronunciada decadencia.
Los administradores del Estado ecuatoriano carecen de iniciativas. En el mejor de los casos, copian instituciones que, al ser despojadas de su trascendencia, se esterilizan. Eso ha sucedido con las «reformas» jurídicas.
Los delitos económicos que debieron tipificarse para proteger un avance, son desconocidos por el poder. En lugar de enfrentarlos, se pretende reeditar frustrados castigos para viejas infracciones.
Sería mas fecundo definir delitos monetarios e informar al país, por ejemplo, que la moneda (signo, cuyo poder adquisitivo pertenece a la nación) no debería ser deteriorada ni rebajada por las autoridades monetarias. Si solo se hiciera esto, se alcanzaría excelencia técnica.
Al dinero lo hace la historia; la moneda es solo un signo bajo el arbitrio del poder. Establecer límites al Estado en el manejo monetario y sanciones por el deterioro de sus funciones relativas a operaciones administrativas es imprescindible.
El aumento inflacionario de precios es otro delito, constituye una de las mayores agresiones del Estado contra la sociedad. Son también delitos la desvalorización y la devaluación, la orientación monopólica de capitales, los financiamientos especulativos, los regímenes crediticios concentradores y usureros y todo movimiento que rompa con determinados principios del desarrollo. Esos atentados contra la propiedad privada y personal deberían penalizarse.
La Unión Europea maneja la oscilación del poder adquisitivo del euro en intervalos de 0 a 3%.
Aquí, el poder está libre de toda sospecha. En nombre de las terribles culpas de otros ni el 40 ni el 60 ni el 80% en inflación y tasas de interés constituyen delito alguno. Es el paraíso de mafias técnicas que se arrogan atribuciones para usufructuar de un abuso «legal» profundamente lesivo a la economía y la sociedad.
La ausencia de inversiones productivas, la pauperización y degradación social, o sea condiciones materiales para el delito, devienen en consecuencia. Y entonces, como en los peores tiempos, se intenta enfrentar un efecto, desde el agravamiento de las penas.
El Derecho Penal refleja un ciclo de creencias. Y estos esfuerzos supuestamente antidelincuenciales ocultan, como virtud, delitos mayores.
En esta noche social se levanta, igual que un vampiro de minúsculas dimensiones, el culto a la decadencia establecida, método para alcanzar la nada, pero espectacularmente. Se ha puesto en escena un deseo apasionado de punición, venganza y festín caníbal. Actúan «cerebros» repletos de terror (picotas, mutilaciones, flagelación, garrotes, ahogamientos, racismo, despeñamientos), buscadores de seguridad, para quienes hasta la práctica del suplicio resulta benigna comparada con su miedo.
En Ecuador, pocos presos han podido cumplir los 16 años. Mueren antes, por mil «razones». Si alguno permaneció, lo hizo convertido en monstruo.
Cabría diferenciar el número de delincuentes muertos durante la declarada emergencia, de las víctimas fatales de la delincuencia, para descubrir otras cosas que se deben modificar.
Ni la pena de muerte ni los tormentos pudieron alcanzar siquiera una millonésima parte del avance que ha significado para el hombre incrementar la productividad del trabajo, elevar el factor moral de su progreso, como fundamento de la valoración de sí mismo.
El culto a las penas, la extracción de recursos al margen de la producción, el feriado bancario, el congelamiento de depósitos, la emergencia contra la delincuencia, la legitimación de la represión, la cadena perpetua representan lo mismo, desechos.
Últimos recursos de degradación. Encubrimiento de nulidades que hoy el Congreso Nacional está condenado a discutir como virtuosas.