El miedo del gobierno

El Presidente Mahuad ha desgastado símbolos religiosos para someter la conciencia social. Cuando inició su descenso hacia la jefatura del Estado, lo hizo con el slogan Jamil es el camino.

La cúpula de la Conferencia Episcopal convirtió su simpatía por ese «camino» en misas-mítines en favor del candidato. La reproducción de su nombre impregnó una memoria ajena a la realidad.

Posteriormente, en el gobierno se puso en marcha la utilización religiosa mas deleznable. El 14 de septiembre, anunció la supresión del subsidio al gas, presidido (o adornado) por un crucifijo que a sus espaldas proclamaba bendito el sacrificio causado por esa elevación de precio. En la presentación televisada, el martes 6 de julio, el sutil decorado que hacía las veces de telón de fondo era luces tricolores que se desprendían de lo alto. Cada «piadoso éxito» ha sido coronado por un Tedeum.

Al iniciarse este gigantesco paro nacional, Mahuad pidió a la cúpula de la Iglesia que convocara un diálogo para tratar con su oposición y algunos descontentos. Simultáneamente, el gobierno declaró no negociable el aumento del precio de los combustibles (que había provocado el paro), y lo ratificó con la congelación que niega todo diálogo. Así, la Iglesia se prestaba en calidad de cortina de humo y protección para el gobierno.

Jamil Mahuad está prevalido de ser expresión de tradicionales fuerzas dispuestas a no abandonarlo, por esto prevé derrotar una vez más al pueblo con otros medios.

El uso de la Iglesia fue y es una forma subrepticia de amenazar con otro poder. Exhibe con esto la degradación moral del gobierno en complicidad con esa cúpula eclesiástica que ni predica ni practica lo que su condición le exige.

Pero, al gobierno no lo ampara Dios ni la «filantrópica» comunidad financiera internacional, tampoco la totalidad de los medios de comunicación, y va perdiendo la confianza que despertaban sus simulaciones, gestos, silencios. Ahora sus palabras son sospechosas cuando se ampara en el Derecho o en la técnica, cuando convierte la violencia en instrumento de su administración.

Al gobierno le han fallado los disfraces y tiene miedo. Contra él no puede haber golpe de Estado, a pesar de que esta vez la voluntad popular que se levanta es total, genuina, no prefabricada ni azuzada.

Mahuad sabe que la nación desconfía de él y que no puede permanecer impávido por mucho tiempo. Lo pone en evidencia el recurso que califica sus victorias: la violencia electoral, social, política, económica, monetaria, impositiva, bancaria.

El gobierno está prevalido de sus apoyos. Cabría preguntarse, ¿qué defienden en él quienes lo sostienen? La respuesta es una sola: minúsculos intereses centralizadores y concentradores de la decadente economía.

El próximo andar del gobierno puede ser un triunfo militar frente al pueblo, es decir, un recurso más del sector financiero que representa el señor Mahuad.

Esta violencia ya no será siquiera su victoria, solo una expresión de miedo al pueblo.


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