Hoy cumpliría un siglo. Nació en Brooklyn, Nueva York. Hijo de éxitos de ricos y derrotas de pobres. Notable fruto de las flores del mal y de la Asociación Secreta Italiana oriunda de Sicilia y ramificada en todo el mundo. Culminó la obra de la mafia. Su perfume aroma el comienzo del siglo XXI.
En la escuela pública de Nueva York fue compañero de Salvatore Luchiana, alias Lucky Luciano, y tuvo como amigo íntimo a John Torrio quien abandonó su banda ante un atentado fallido. Sin violencia, Capone se apoderó de ella.
Dio un paso firme en ese mundo inmisericorde liquidando a los rivales irlandeses, polacos y judíos. Y con una irlandesa hizo el espacio de su irreductible complicidad, cuando se iniciaba trabajando como gorila en un restaurante.
En la década de los 20, Capone era la estampa de un hombre popular, benefactor, caritativo, corría con los gastos de un comedor gratuito para desempleados y celebraba fiestas para los pobres de la Little Italy.
Fue especialmente cuidadoso con su imagen pública. Sabía que aquella se hacía en la prensa, solía organizar reuniones con periodistas que formaron batallones en su vanguardia, flancos y retaguardia.
La Gran Depresión de 1929 estremeció a las élites del poder. The Times (Londres) encargó a Claud Cockburn una entrevista que jamás vería la luz. El entrevistador se sorprendió al escuchar una conferencia sobre las virtudes del sistema. Cornelius Vanderbilt Jr. -quien nos legó una miniatura reveladora, a cuyo contenido este texto debe su exposición- recuerda las palabras de Claud Cockburn: «(…) Capone se deshizo en elogios a la libertad, el espíritu emprendedor y los pioneros (…). Mencionó con desdeñosa aversión el socialismo y el anarquismo (…). E insistió mucho en que sus negocios seguían un modelo americano y concluyó proclamando: este sistema nuestro (…), llámesele capitalismo o como quiera, nos da a todos y a cada uno de nosotros una oportunidad».
Vanderbilt afirma que Claud Cockburn decidió no transmitir la entrevista para el periódico: «(…) me di cuenta de que la mayoría de las cosas que Capone había dicho eran esencialmente idénticas a las que publicaba el propio The Times en sus editoriales, dudaba mucho que al periódico le hiciera gracia verse encuadrado en la misma línea política que el gángster mas famoso de Chicago».
Sería el mismo Cornelius Vanderbilt Jr. quien recogiera las nociones de Capone. En otra entrevista acudió al rey de la mafia, afectado y abatido por un juicio«desleal y corrupto» -como él lo denunciaba- que lo llevaría mas tarde a la cárcel. Capone censuraba obsesivamente la corrupción y la estafa. Deliraba por un departamento estatal capaz de eliminar a los corruptos. El sólo no se bastaba.«A los que no respetan nada, les aterroriza el miedo. Por eso he basado en él mi organización. Quienes trabajan conmigo no tienen nada que temer. Los que trabajan para mí me son fieles». Era un componente de la mentalidad delictiva, especialmente de aquella exaltada por la riqueza generada en la prohibición y la arrogancia de un poder gángsteril.
Alphonse Capone gustaba que lo llamasen, por su piel, mister Brown. Así lo hizo Vanderbilt al concluir su encuentro. En la entrevista declaró que no tolera ciertos negocios sucios y de ellos, el mas despreciable, el secuestro. Su mayor pasión era«mantener América íntegra y libre de corrupción». Identificándose, aseguraba al entrevistador,«en realidad nos parecemos, señor Vanderbilt. Siempre recibo mas reproches por lo que no hago que alabanzas por lo bueno que hago». Y mostraba su herencia: la seductora sonrisa de todas las razas latinas. Capone sonreía cálidamente ante su trágico fin.
«Hoy, la gente, no respeta nada. Antes poníamos en un pedestal la virtud, el honor, la verdad y la ley». Vanderbilt recuerda que Capone a los 32 años era la máquina mejor engrasada. (Aún no había tenido que enfrentarse a la derrota).«Creo que el señor Hoover -el Presidente- podría sugerir en su informe de diciembre al Congreso que los legisladores de la nación eleven el porcentaje alcohólico de los licores. Será un as en la manga para ser nominado de nuevo».
«A espaldas del rey pendía un retrato de Lincoln, parecía sonreírle benevolentemente». Así se describe parte de la escena en la entrevista.
Y Capone seguía su disquisición.«El mundo se ha capitalizado a base de papel, cada vez que alguien tenía una idea nueva ampliaba el capital, asignando para sí cierta cantidad de pasta y a sus accionistas cierta cantidad de papeles. Los ricos se hacían mas ricos (…). Alguien descubrió que era rentable disponer de una fábrica de rumores. Así, los accionistas especulaban con el papel».
«Los banqueros corruptos ¡son tan aborrecibles como los políticos corruptos! ¡Si lo sabré yo! Llevo mucho alimentándoles y vistiéndoles, hasta que me metí en este negocio, nunca imaginé cuantos sinvergüenzas vestidos con trajes caros y hablando con acento amanerado iba a encontrarme, aceptan el dinero de sus clientes, ganado con el sudor de su frente, a cambio de acciones que saben que no tienen valor. Serían inquilinos mas adecuados de las instituciones penitenciarias que el pobre hombre que roba para dar de comer a su mujer y a sus hijos».
«La corrupción campa por sus respetos en la vida americana. Es la ley allá donde no se obedece otra ley. Está minando este país. Los legisladores honrados de cualquier ciudad pueden contarse con los dedos. ¡Podría contar los de Chicago con los dedos de una sola mano!»
Capone dedujo:«En las manos de un Mussolini americano este país podría conquistar el mundo».
Mister Brown fue condenado en 1931 a 11 años de prisión y liberado a los 10, ya enfermo de neurosífilis.
Cuando pasaron los años, una asociación de juristas americanos revisó el juicio y encontró que se había rendido a la coacción. Adolecía de tantos engaños judiciales y testigos falsos que hoy hubiese sido imposible condenarlo.
El espíritu de Capone quedó libre y sigue recorriendo el mundo. Y como el diablo, con su mayor triunfo: habernos convencido de que ya no existe.