El tema está planteado hace muchos años. En Ecuador, también. El país debe discutir con amplitud y disposición a renovar sus concepciones.
Hace ya 2000 años Europa viene abriendo caminos. Desde la esclavitud hasta este momento inicial de la globalización, sus pautas son paso obligado. De cada Era quedan huellas indelebles, como si todo se condensara en las herramientas, productos, ánimo y pisquis de la humanidad presente. Las cosas cambian de nombre y (se diría, o) dejan…
La historia es también la de las guerras. Su significado plausible en los grandes, resulta condenable en los pequeños. Así, se acoge a los vencedores.
Ecuador está atrapado en el pasado. Esa continuidad satura dramáticamente las publicitadas soluciones que carecen de trascendencia.
El 30 de abril de 1999 diario El Universo informó sobre el «Préstamo de FMI para pagar la deuda externa», destino real que significa mantener el concertaje como política financiera. La información describía el mecanismo acordado que reedita el círculo vicioso de la deuda: más recursos para gastos improductivos que se pagan con créditos especulativos.
Quedaron atrás reclamos reivindicativos y propuestas de un sector de las cámaras que se reconoce ligado a la producción. Este no ha formulado una política que pueda dirigir su disputa contra el aparato financiero-especulativo del Estado.
Un reclamo de racionalidad llama a resolver diferencias accediendo a los planteamientos tributarios del gobierno. Se contraponen a ese llamado, sectores diversos que convocan al cambio de intereses en la dirección del Estado.
La marcha del 8 de abril fue de los gremios de la producción. Protestaron contra las medidas económicas con planteamientos débiles y formas estrechas, lo que redujo el significado de la reclamación ante los ojos de la colectividad que proyectó en ellos sus propios deseos.
Los planteamientos de las cámaras en Guayaquil invocan algunos cambios en la política económica que, al decir de sus exponentes, significarían salir de la depresión. Y es posible que así sea.
Amanecía. Se apartaba el estremecimiento.