Con cada cambio del curso de la historia, surgen comprensiones y estrategias nuevas. Jamás son simultáneas a esas transformaciones, siempre son posteriores.
La estrategia histórica es previsión del sentido y el horizonte del desarrollo espontáneo de la especie en cada época.
La revolución científico-técnica ha cambiado la orientación de la economía, ha roto nociones de lo nacional y creado el proceso de la economía mundial, cuyas representaciones políticas «puras» no existen aún.
La agonía de las economías con fronteras y la exaltación de sus vínculos con esta economía mundial se realiza sin el arbitrio de las marchitas representaciones políticas que trafican con el nacionalismo concluido para la política económica, el comercio, la producción y la soberanía del Estado subdesarrollado.
Una propuesta innovadora debe nacer de la ruptura con el pasado inmediato, factor de éxito del país en conjunto y condición que permitiría escapar del teatro saturado por enmohecidas confrontaciones y callejones sin salida.
El rompimiento con el desvencijado esquema de representación es condición para innovar la política.
Toda estrategia política nos viene necesariamente de la economía mundial y en relación con su evolución se vuelven vitales las modificaciones en el juego de las emociones, convicciones, utopías e ilusiones políticas. Aunque la experiencia enraizada se resista a la ruptura y al éxito ligados a los nuevos procesos.
La humanidad vive otro interregno semejante al que atravesó entre la Revolución Industrial y la Revolución Francesa (1789). Ese intermedio ético, doctrinario, ideológico y político. No obstante, cabe reconocer la exigencia del presente: alimentar el espíritu innovador, identificar las rupturas posibles, formular soluciones mínimas para la inserción de la economía «ecuatoriana» en la mundial, equiparar referentes nacionales que puedan substituir al nacionalismo económico de ayer para resolver problemas sociales, impulsar una cultura que recoja la universalidad de la economía y del espíritu político que reclama el presente para alcanzar su concreción estimulante y positiva.
El mercado mundial solo fue posible desde la consolidación de las economías nacionales. Hoy, lo nacional se redefine como expresión particular de la universalidad de la economía y la política.
Una ley de la economía se traslada a la política, aquella por la cual la producción determina el consumo. La oferta política por nacer determinará su desarrollo.
Es imperioso renunciar a la política minadora de basureros. Optar por la cultura viva que nos libere de la muerta.
Es substancial reducir la distancia entre la economía mundial y la política.