Fuerzas Armadas, OCP y soberanía

La construcción del oleoducto de crudos pesados involucra todos los aspectos de la vida social. La participación del Cuerpo de Ingenieros del Ejército (CIE) ha puesto en discusión el nuevo papel de las Fuerzas Armadas.

A las determinaciones de la creciente división técnica de la producción, se añadieron procesos ligados al Estado, principalmente, el complejo militar industrial de los países avanzados.

La tecnología de punta, la ciencia del cosmos, el Internet están vinculados a fuerzas armadas y en los Estados desarrollados, incluso la circulación monetaria, financiera y crediticia. Por eso, a comienzos de los años 60 el máximo jefe del Banco Mundial fue el ex ministro de Defensa de Estados Unidos.

En los países atrasados, se ha impuesto como axioma de modernidad que las fuerzas armadas no tengan mas funciones que las policiales o guardianías del quehacer en estas tierras de los grupos más poderosos.

En Estados Unidos y Europa el Estado hizo del culto al interés nacional una fuerza tan trascendente como el del privado. En cambio, en Ecuador la pérdida de toda noción sobre el interés nacional, la desprotección e inmovilidad de las instituciones estatales y el debilitamiento premeditado de las Fuerzas Armadas amenazan la paz y la existencia de la nación.

Bajo las circunstancias actuales, la presencia de las Fuerzas Armadas de Ecuador en la construcción del OCP es esencial. Así, se elevará el control y garantizará la competencia de las petroleras y el aprovechamiento de estos recursos.

Cómo no apoyar la participación del CIE si su sola oferta hizo que las cinco empresas -o seis, que aparecen como dos propuestas- disminuyeran en más de 200 millones de dólares el costo pre-establecido del oleoducto, rebaja que equivale a varias veces la garantía que -sin razón legal- se le reclama al CIE. Se redujo de 25 a 20 años el plazo de reversión al Estado y en más de 1.100 millones de dólares otros codiciados ingresos.

La exploración y explotación del petróleo están, principalmente, en manos de las mismas empresas que traman construir el oleoducto, manejar el transporte, comercializar, controlar y, en definitiva, monopolizar el petróleo ecuatoriano por 20 años más.

El empresario del subdesarrollo está entrampado en dogmas, no observa la historia de Ecuador, ni siquiera la de Estados Unidos y Europa, países que se desarrollaron con la vigorosa participación del Estado. Cultivar la iniciativa privada supone reconocer sus límites, sobre todo en los países atrasados. La tragedia financiera de Ecuador la urdió la banca privada.

En Ecuador, la agricultura, el transporte y la pequeña industria no reciben apoyo estatal. El poder maneja la economía especulativamente, será hasta cuando la dolarización lo destruya.

Problemas fundamentales de Ecuador son muchos. El atraso del sector privado y de la estructura del poder económico, la pobreza de relaciones entre la banca y las demandas productivas, el anquilosamiento del sistema político, el entrampamiento de los grandes medios de comunicación en designios de la banca y de particulares intereses, la ausencia de tratamiento de las relaciones interétnicas.

En el presente, la política para la soberanía no se la supone solo con fusiles, se la cultiva con una estructuración adecuada de la economía, con desarrollo y fuerzas armadas que participen en él. La seguridad del OCP podrá ser la misma del SOTE, al que nunca nadie ha hecho estallar, porque pertenece a Ecuador. Si entregamos su pertenencia, habrá que ver qué pasa. Las Fuerzas Armadas deben seguir siendo nacionales no como sucedió en el Cono Sur, donde durante algunos años se ocuparon del terrorismo de Estado.

Al pueblo le asiste razón histórica para pedir que no se entregue todo. Ecuador debe existir como Estado soberano.