Revelaciones del juicio

El juicio fue un relámpago que reveló la subordinación del Estado y sus funciones al aparato bancario y sus confrontaciones. Demostró el fraccionamiento de un sector del poder económico representado en el sistema político y sus nexos, manipulaciones y control sobre los medios de comunicación colectiva.

Fue un alarde de hechos y sucesos probatorios. Algo mas que simples denuncias, por gratas o desagradables que hayan sido.

Un poder decadente tiene algo de demoníaco, su transparencia. Si se fragmenta deja de ser invisible ante los mortales sobre los que impera. Pierde su inmortalidad, y esta vez mostró sus entrañas.

Translució que atenta contra el crecimiento de la sociedad, sociedad que, por la dominación, no pudo impedir que la banca convirtiese a las instituciones del Estado en departamentos bancarios sin Historia, territorio, bandera, himno o pueblo que venerar. Por esto, la entrega a los criterios vinculantes, la instalación de la base de Manta, el sometimiento al Plan Colombia, la pérdida de la soberanía monetaria, la legislación degradada, los “negocios” estatales, la pretensión de renunciar a tener política militar nacional y de paz, el envilecimiento de la comunicación colectiva, la inhumana y descomunal estafa al pueblo. Todo coronado por la AGD, especie de antro financiero para la reproducción del aparato especulativo en el control del Estado y la sociedad.

La impudicia con la cual el poder desafió sus diferencias fue demasiado lejos. Y, ahora, para no debilitar su hegemonía distribuye una seudo moral sin política, una turbia visión penal o simplemente individualista, como si la solución estuviese en buscar un hombre honesto y no en cambiar la estructura del Estado, la de su propia supremacía, para impedir a las fuerzas de la sociedad sacar el conflicto del ámbito del poder, utilizar la luz que relampagueó de sus disputas y romper algunos hilos del control que tienen sobre la conciencia social. En este tiempo, ellos saben, que por un clavo se pierde una herradura.

Las partes beligerantes del poder económico requieren de tumultos (no de pueblo) convertidos en cruzados intrascendentes de la “anticorrupción”.

El juicio demostró que los grandes medios de comunicación colectiva obedecen a sectores diversos de ese mundo especulativo. Descubrieron el límite de su voz y el vacío en ellos de la voz de los demás. Y, sin embargo, manejan la audición social en un movimiento pendular que va del prejuicio a la sordera que inyectan en muchedumbres y élites, abandonados o favorecidos por el destino. Nadie se escapa.

Algunos medios hicieron visible los intereses que los dirigen. Practicaron la prostitución sagrada, el rito que asegura orden y continuidad. Más que medios de información, se mostraron voceros de las fracciones que decían su partecita de verdad. Juntando estas partecitas no es posible armar la verdad, son un montón de partes en las que zozobra la comprensión colectiva.

No obstante, la consecuencia del juicio no será la esperada, que nada suceda.

La irracionalidad, la discontinuidad y el caos son fatalidades por donde van amontonándose las cosas que desbaratan este presente.