Gustavo Noboa podría arbitrar en función de intereses nacionales. Su presencia en la conducción de la República no debe circunscribirse a la ruleta que maneja la banca y el aparato financiero ecuatoriano. Noboa es el producto mas visible de lo que él mismo denominó «el caos del 21 de enero».
El 2 de mayo, diario El Universo publicó un despacho internacional, «EEUU advierte deterioro institucional en America Latina por desigualdad social». Informa que «según voceros del gobierno de los EE.UU., el peligro lo generan la creciente pobreza, la desigualdad, la ineficiencia de los regímenes y la corrupción».
Ecuador ingresó hace dos décadas en el reino de la especulación. «Estrechar los cinturones» fue fórmula del monetarismo; la «flotación» o las «bandas cambiarias», su técnica; los ajustes, la virtud. Todo, de espaldas a la producción y la política social, pero «dentro de la ley».
Las elecciones en Perú descubren la fortaleza de esa nación latinoamericana capaz de asimilar «chinos» y reconocer profundamente a sus «cholos».
En Ecuador no hay política social, aún debe elaborarse. Su lugar ha sido ocupado por simuladas respuestas a colectivos de extrema pobreza e indigencia cuya única demanda es comer hoy. La real protección y asistencia que el Estado ha realizado es al sistema financiero y bancario que usurpó el ahorro nacional.
«Madre desnaturalizada mata a sus tiernos hijos y luego se envenena». Era el titular de portada. La noticia añadía, «les dio pócima de ratas en el pan como si se tratase de mantequilla. La mujer tomó el tóxico directamente de la botella que se encontró junto a su cuerpo».
La transición hacia una economía mundial descubre al FMI -constituido por representantes de diversos Estados, bajo la dirección del G-7 y, en última instancia, de Estados Unidos- en su absoluta obsolescencia, junto a organizaciones tales como el BM, BID, BAsD (Banco Asiático de Fomento).
Ecuador necesita recuperar orgullo nacional y optimismo histórico. Hoy, no solo está en cuestión la condición de vida del pueblo sino la existencia misma de la nación y el Estado. Por eso, es imprescindible redefinir lo que sucede. No ha cambiado simplemente la política monetaria.
La historia universal dejó una certeza, los ejércitos cuyas armas las producen otros dependen (en algún grado) de esos otros, aunque siempre tienen presencia en relación con los intereses del poder inmediato.
Ecuador transita lo que ya transitó. Reedita la voracidad del último período. Subsiste la peor tradición del poder y todo el poder de esa tradición.