Financiamiento de la degradación

La tragedia presente de Ecuador exhibe el frenesí de una política prostituida. El esfuerzo estatal se orienta a la búsqueda de mejorar “los honorarios” para esa degradación. No existe estrategia a la que puedan ser convocados todos los ecuatorianos y su esfuerzo.

El país declina porque se prestó a ser usado. Entregó su territorio -de manera subrepticia- a una manipulación internacional que lo desconoce; a un plan, llamado Colombia, del cual todavía “nadie” está informado; a una fatalidad armada que lo involucra en un conflicto oscuro. Se prestó para un experimento monetario, bancario, crediticio, militar. Aceptó pesticidas, herbicidas y un polivalente quehacer antidrogas.

El poder permitió que Ecuador sea usado por quien pueda pagar o ilusionar a la “opinión pública”.

Hoy se nos informa que el Presidente y el Canciller se esfuerzan, cada vez con mayor esmero, en conseguir financiamiento para atender las consecuencias de la variedad de esos usos, como si la mejora de “honorarios” atenuase el sentido de degradación que se rechaza en el rumor de la intimidad nacional y otras veces a gritos. Así también lo señalan no pocos observadores extranjeros, incluso desde el centro que mas usa a este país-sin-política, sin soberanía, sin dignidad, sin otro destino que la obediencia al designio del experimento.

El dinero per se no es política. No es una invención, es producto no premeditado, espontáneo del desarrollo de la producción mercantil. La política nació con el Estado, como relación de intereses de la sociedad que estructuran un poder para asumirlo o sustituirlo. Ninguna práctica se define virtuosa por la altura de sus tarifas. Lo que eleva o degrada a un proceso no es el precio sino la función que se le asigne.

Ecuador no necesita que se financie la degradada política que lo ha conducido a la tragedia que enfrenta en todos los planos de su existencia. Requiere la fortaleza de otra política que sea capaz de sustituir a la que lo enajena. “En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden. El pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre” (Antonio Machado).

La publicidad y los panegíricos del servilismo jamás podrán enterrar el honor y la gloria que forjaron a la nación ecuatoriana y su diversidad étnica, cultural y nacional.


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