Élites para el siglo XXI

Una población que se agota así misma por miedo a la impotencia colectiva está frente a la omnipotencia de la trinidad, banca-Estado-medios, de este inicial 2001.

No hay antídoto. Todo indica que tiene que cumplir su desastroso ciclo.

A la extrema pauperización de masas, a la brecha mayor entre pobres y ricos, a la estafa bancaria superior a la suma de todos los delincuentes comunes durante el siglo XX, al despojo de los recursos del Estado y a través de lo que es posible extraer de la población, se añade “la guerra contra el narcotráfico” nombre del enfrentamiento bélico del Estado colombiano bajo la mirada conductora de Estados Unidos, mas el ejército del Ecuador y otras fuerzas armadas del continente.

Una marea de muerte invade los Andes.

En Ecuador, los mendigos viejos precipitaron su partida. La mendicidad infantil conforma la reciente oleada. La desocupación masiva rompe los índices de la estadística oficial y se convierte en éxodo destinado a la discriminación y al racismo en los países mas desarrollados.

Multitudes callejeras se repletan de estruchantes, carteristas, criminales, peligrosos delincuentes. Las cárceles son el infierno. Ni la iglesia católica pudo imaginar y utilizar durante la Inquisición tan refinados y brutales medios de destrucción del espíritu.

Los manicomios cuanto están a punto de estallar no se devoran internamente como lo hacen los internos en las cárceles. Abren sus puertas y los dementes liberados, fuera de una mirada misericordiosa, se disuelven en las urbes. El miedo que caracterizó a las elites, en especial, a a la subversión se ha disminuido. El fin del socialismo real archivo al socialismo utópico.

Los integrantes y súbditos de la trinidad viajan y trasladan bienes y recursos de su “esfuerzo” al primer mundo. Las masas del éxodo también se van, pero van en harapos. Desde ahí envían apoyos monetarios en sus familias. De esto, igualmente se beneficia la troika.

Ahora la ilusión resulta imputable al capitalismo. Será –dicen- popular, democrático y de bienestar.

Pero, 500 años de progreso, desigualdad, dominación y frustraciones dejan una terrible experiencia cultora del pesimismo y escepticismo.

Mientras tanto, la élite discute como ser mas semejante y aproximar su imagen a las circunstancias del país modelo. Circunstancias que la protegen, encubren y refugian. Ya no necesitan administrar otra cosa que no sea la represión, aunque aún tienen que vender y entregar. Su propio ser ha sido expropiado y no basta, tampoco la moneda, el petróleo, la política económica, las renegociaciones de la deuda y el endeudamiento ni la política militar y el destino de la guerra y la paz, parecerían suficientes.

La élite se siente segura, sabe que ya no será desplazada. Ella es la democracia.

Escandaliza y criminaliza lo intrascendente y, sobre todo, silencia o sepulta cualquier alternativa.

Sus depurados golpes de Estado conducidos bajo el mando de su voz se han convertido en victorias constitucionales.

Así renace, enajenada de sí, la élite rebosante de riqueza sin espíritu pero con suprema seguridad de que tiene para vivir el resto del siglo XXI.