Bajo sospecha: banca, Estado y medios

La red bancaria y su poder económico opera sobre la propiedad de los medios y determina su orientación garantizando la continuidad de su poder político.

La banca genera sistemáticamente ideas para su protección. Difunde y reengendra una ideología, distribuida como pensamiento oficial, resultado del cultivo de prejuicios capaces de suprimir facultades intelectivas de la audiencia.Así, el “hombre-masa” (Ortega y Gasset), enredado en axiomas, supone que define la situación cuando se acusa a sí mismo y afirma: “todos somos culpables”. El objetivo, lograr que el poder sea invisible.

La información para las masas depende en última instancia de las nociones oficiales y la jerarquía que establece la banca: el primer lugar lo ocupa la causa moral-inútil, luego la moral-sin política, al final, la crónica roja para la plebe y la criminología para la élite. Así, sus víctimas oscilan entre el empacho y el vómito.

El sistema financiero hace de su interés la ideología dominante. Esta “cultura” se ubica así misma en el umbral de la impunidad y la complicidad y crea difusores propios: los intelectuales de la trinidad. Son correas de transmisión entre el interés de la élite económica, el aparato estatal y los medios encargados de la información.

Esa ideología provoca en las muchedumbres, capas medias y altas una especie de lobotomía social.

Moral sin política y cultura sin historia son la esencia del pensamiento oficial. Conjunto de ideas vacías, semejantes a cheques sin fondos.

La interdependencia de la poderosa trinidad (banca, Estado, medios) alcanza el éxtasis cuando su control se eslabona en nociones que encadenan a la población. Este control es el del electorado. Orienta “su” voluntad en la selección o legitimación de un ungido o mandatario.

Bastaría recordar cuantos ´Berlusconi´ a la ecuatoriana crearon a Mahuad y, “sin querer-queriendo” a Gustavo Noboa.

Desde el amanecer, la audiencia es sumergida en datos que no constituyen conocimiento ni información. Se amontonan y caen suprimiendo toda comprensión y crítica.

La comunicación está vaciada de contenido, circunscrita y encarcelada en intereses bancarios. Ha reducido la economía al monetarismo; la moral, a la disposición antidelincuencial; la historia, a la crónica del crimen; la honestidad, a la proclama criminológica.

Los valores mediáticos promovidos corresponden al interés ideológico de la banca especialmente especulativa y a la trama de sus propietarios en el aparato del Estado.

La banca, el Estado y un sector de medios de comunicación están bajo sospecha.