La verdad, primera víctima de la guerra

La primera víctima de una guerra es la verdad, por pérdida de entendimiento de sus determinaciones, terror a fantasmas de coyuntura, pánico fabricado, fobias a lo desconocido, introversión en la identidad propia, repudio a otras identidades, refugio en dioses propios y satanización de los ajenos.

El mundo ha sido invadido por esta deformación.

Las mayores cadenas de televisión exhiben estrechez y pobre subjetividad al pretender esconder la vorágine impuesta contra el pueblo de Afganistán, donde “se busca” al terrorista Ben Laden.

La comunicación colectiva es inevitablemente parcializada. Pero, cuando esa parcialidad pierde objetividad y pluralidad, niega la causa cuya defensa proclama. Nada le es mas adverso que su propia información descubierta en el afán de distorsionar u ocultar los hechos.

Tal como ha sido tratado, el ántrax-mediático es velo en pos de euforia generadora de irreflexión frente a la guerra. Imposibilidad de observar el paulatino avance de un sistema de sometimiento policial y militar en las relaciones internacionales, de potencias que asumen el papel de oráculos del destino de miles de millones de seres humanos que “infectan el planeta”.

Grandes medios de comunicación han pretendido enceguecer el espíritu presente, sin advertir las rupturas en sus propias fuentes. La crítica, la duda y la visión objetiva han optado por la ironía, el humor negro, la burla sarcástica, la iluminadora carcajada, el chiste develador, la inspiradora caricatura que descubren sin contención posible el cadáver de la verdad que se prefigura en la clandestinidad de la risa global.

La “sobredosis de CNN” -sugestiva precisión de la escritora Susan Sontag- descubre en esos medios a forjadores de información psico-trópica para la incomprensión colectiva, encubridores de intereses de la intimidadora desproporción tecno-militar que destruye a Afganistán.

La “cruzada contra el terrorismo” es conocida únicamente por la sobredosis informativa. La vendetta y el homicidio son prácticas que embrutecen la acción de la CIA y el FBI, cuyas fallas han de buscarse en la política que los conduce.

El remedio denominado “Libertad duradera” ya es y aún será peor que la enfermedad terrorista que presume combatir.

El botín de esta guerra aprovecha la inconciencia global, como presienten los triunfadores. Hará duradero este intempestivo orden militar.

Por ahora, la verdad ha muerto. El temor o la euforia la substituyen.


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