La desnudez de dos decadencias está en la pasarela bélica. La avanzada del mundo desarrollado, Estados Unidos e Inglaterra, y la periferia del subdesarrollo, Afganistán.
La invasión adapta su forma a la guerra civil afgana y la universaliza.
Estados Unidos ha contribuido a destruir las bases de esa sociedad y su representación talibana, a la que ayudó a consolidarse en la postura que antaño le era favorable.
La victoria militar norteamericana cae como una derrota de su propia política exterior.
El debilitamiento de las economías y Estados nacionales de los países atrasados no corresponde al de los países desarrollados. Parecería que en esta victoria militar se celebra una despedida. Libertad Duradera sería la forma que adopta la declinación del Estado-nación desarrollado en el ámbito de la globalización.
Todas las transiciones universales han atravesado períodos de violencia y de inconciencia de las élites que agonizan.
La administración norteamericana está sumida en el temor a un derrotado en Afganistán, se aterroriza ante sí misma y su sociedad. Las bombas en Afganistán no le producen horror, sino solo las del atentado del 11 de septiembre y el “rostro del mal” creado por dirigentes estadounidenses durante la guerra fría.
La guerra contra el terrorismo es un agujero negro, convoca y absorbe todas las decadencias.
La toma de Kabul es un salto a la oscuridad desde las sombras. “Aún cuando una sociedad esté ya en decadencia -afirmaba Toynbee- la agresión contra ella puede galvanizarla en la actividad y darle un respiro mas de vida”. Es un triunfo que camina hacia atrás, donde desaparecen las ideas de los contendientes, triunfantes y derrotados.
La humanidad enfrenta el curso trágico de esta transformación.
Es probable que la globalización también sea eso. Y que en muchos casos la transición exhiba primero la violencia que da a luz lo nuevo en el torrente humano. No solo oportunidades para mejores empresas, estética de la competitividad, comercio y negocios en internet, nuevas economías, placeres de la tecnología, revalorización del individuo.
Parece inevitable que se pulvericen las formas en las que existió el viejo capitalismo, ese que tiene más de 500 años, que aportó su ciencia y tecnología y formas de dominación que hasta hoy se expanden.
Así es la evolución, un curso de superación y tragedia.