De izquierdas, centros, derechas

El ritmo de la evolución social generalmente se adelanta a ciertas palabras, denominaciones y lugares comunes que pierden su semántica originaria por esa mutación.

Las posiciones políticas que concretan procesos sociales se definen en relación con la metamorfosis de la Historia. Derecha, centro e izquierda señalaron ubicaciones de quienes hicieron la Asamblea en la Revolución Francesa. Con el paso de los años, esas denominaciones se convirtieron en referentes políticos.

Su carácter confuso no resta eficacia a su uso, da por sabidas relaciones sociales con solo escuchar estos establecidos presupuestos pronunciados de idéntica manera en cualquier sitio, sociedad o tiempo.

El contenido de aquellas denominaciones ha variado notablemente. En la Francia del siglo XIX, las turbulencias de 1848 y de la Comuna de París modificaron el sentido de esas palabras. En el XX, la revolución Bolchevique, la Segunda Guerra Mundial, las revoluciones China y cubana, el fin del socialismo real (1989) ubicaron contenidos y destinos distintos a esas denominaciones. Sobre todo, las ciencias y tecnologías del XX han modificado imperceptiblemente, incluso, la condición humana.

A partir del 11 de Septiembre de 2001 (“tiempo de guerras”), la Historia impone redefinir esas acepciones, etiquetas donde se asila la inmovilidad de sus usuarios.

En las últimas décadas, el fin del socialismo real sepultó convicciones e impuso nuevas comprensiones. La globalización gestada por la Historia, aún encerrada en el arbitrio de la fuerza a comienzos del XXI, ha puesto en evidencia que los países desarrollados y en general las potencias militares se consolidan como naciones, economías y Estados de manera inversa a lo que sucede en los países subdesarrollados, destinados a subordinarse o disolverse en ese progreso.

Estos hechos redefinen los muros fabricados con derechas e izquierdas y sus respectivos centros y extremos, categorías vaciadas de contenido que se suponen inobjetables.

La tragedia mayor de Ecuador tiene que ver con la permanencia de un poder históricamente estéril, intelectual e ideológicamente vacío, pero usufructuario de la vacuidad ideológica que es parte de la impotencia social.

Las definiciones de ese túnel recto, en el que supuestamente yace la política, burla la conciencia, la lógica y la fuerza social.

En el mundo subdesarrollado, el pensamiento oficial y su oposición son simulacros destinados a absorber la atención y prácticas de todas las tendencias de la sociedad. Impelidos a asumir una moral-sin-política para supuestamente constituir, a partir de esta, fuentes de recursos y programas. Ni religiones moribundas en la descomposición de sus iglesias produjeron tan burda ética destinada a la nada.

La política es relación de intereses, donde sí importan sus nombres que deben reconstituirse y redefinirse en pos de los principios que conforman grupos sociales y las tendencias trascendentales del presente.

Ninguna nación es de izquierdas, centros o derechas.

El presente demanda recobrar la soberanía, reconstituir el Estado y la nación, unir las fuerzas que necesiten hacerlo, llevar adelante la salida del subdesarrollo.

Hay que impedir que nos involucren en una guerra que destruya a Ecuador, hay que impedir que la política y recursos fundamentales de este país sean exterminados.