La presencia del Presidente Bush en Lima consolidó la política norteamericana en esta región.
Representantes de Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador ratificaron su incondicionalidad. Faltaron Venezuela, frontera fundamental de Colombia; Brasil, también limítrofe; no estuvo Chile; tampoco, Argentina, cuyo Presidente ha sido comprometido a mostrar cooperación con el gobierno colombiano y la correspondiente acción contra el presidente Chávez.
La postura de los dirigentes andinos asistentes a la cita se redujo a mostrar fidelidad en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.
La sumisa paz en la región, la estrechez en el tratamiento de la droga, la ausencia de una definición latinoamericana de terrorismo no soporta la imaginación de estos gobernantes.
El pedido de Ecuador estuvo fuera de lugar, 30 millones de dólares con destino incierto. No se planteó interés nacional alguno ni una propuesta respecto del tratamiento de la droga.
Estas carencias denuncian el significado de ciertas élites que conforman el poder del Estado ecuatoriano, así como la degradación del aparato financiero liderado por el FMI y la necesidad de acordar con Estados Unidos modificar ese tipo de relaciones para sacar a nuestros países de este descomunal atraso.
El tema de las preferencias arancelarias (ATPA) quedó en súplicas pacientes e infinitamente tolerantes.
Aunque superficial, la reunión de Lima exhibió el contenido social de estos gobiernos. El abismo de desarrollo económico, tecnológico y científico obligaba a que se reconozcan diferencias, cuando menos, en el tratamiento de los temas planteados y mas aún respecto de la vetustez administrativa de los Estados subdesarrollados y su utilización por la comunidad financiera internacional.
Ecuador es un ducto de dineros fáciles de diversas procedencias. La dolarización -política militar mas que monetaria- podría ser piedra de limpieza de recursos del narcotráfico que se lavan y trasladan hacia no se sabe dónde.
Este país, desposeído de todo esfuerzo industrial, agrícola, tecnológico observa pasar dineros de lavandería que no hacen espacios de crecimiento económico.
Participar positivamente en los conflictos de la región supondría hacerlo sin visiones maniqueas que contraponen extremos, buenos y malos.
Para gestar sociedades sanas, generaciones con destino en el desarrollo y conciencia sobre la naturaleza es necesario cambiar los poderes de América Latina y modificar vínculos con Estados Unidos.
El tratamiento de la cuestión colombiana exige contar con el derecho, la institucionalidad internacional y ha de tener carácter histórico.
América Latina deberá tratar desde sus intereses la afectación que sufre por la ampliación y variación de funciones del control financiero y comercial, la concepción norteamericana del combate al terrorismo, la visión militarista de la lucha contra las drogas, su imbricación con la guerra civil colombiana y la acción militar global de Estados Unidos.
La presencia de Bush en Lima develó la reducida comprensión de la Casa Blanca sobre América Latina, insuperables restricciones de algunos mandatarios andinos y absurdas políticas que desembocan en el caos.
La solución quedó, como estaba, entre la mendicidad y las armas.