El súper eje del bien

Comienzos del siglo XXI, caracteres nuevos del fenómeno de la globalización. La premonitoria guerra del Golfo (1991) coronó de laureles a Bush-padre que no advirtió la instauración de una cabeza militar a la globalización como lo haría Bush-hijo. El excepcional trance del 11-S simplificó todas las convenciones. El mundo se redividió entre buenos y malos, poseídos por el bien o por el mal.

Junto al padre y al hijo, estuvo presente, aunque sin publicidad, el petróleo. Los medios se consagraron a los otros motivos de esos tiempos. La vestimenta ideológica de la globalización no ocultó el afán de recursos que el vencedor toma por su victoria.

Suenan antiguos sones bélicos, formas de violencia que no requieren argumentos por provenir del triunfador.

Terrorismo y sus variantes son palabras suficientes para saber y comprender todo. La magia del eje del bien es tal que impone aceptación inmediata de sus estigmas.

Esta surgiendo la primera guerra mundial de la historia humana. La así llamada durante el siglo XX, que tuvo su segundo momento en la Segunda Guerra Mundial, fue menos mundial como Primera y como Segunda. Pero, a comienzos de este siglo XXI, va involucrándose la humanidad entera.

Oceanía duerme mientras sus bases gestan disputas. Asia engendra el mal, el vigor ancestral del mundo islámico y su instinto. La cabeza persa del Islam es el Estado iraní, sumo generador del mal; Irak es el tenebroso líder de la nación árabe donde mana petróleo como sangre. El Cercano Oriente, por ahora el lugar mas cruento, semejante a Afganistán, exhibe a un miembro del eje del bien, Ariel Sharon, predispuesto a liquidar a la nación Palestina.

La República Popular China es misterio para Occidente, lo fue en la era napoleónica, y lo es mas aún en la de los Bush. También se vuelve insondable India y la no violencia que gestara Gandhi vestida hoy de armas atómicas.

Del África se encargará el SIDA, el ébola, las disputas tribales, el crecimiento del Sahara, la miseria, el extremo subdesarrollo y por los bordes de ese continente una que otra invasión desratizadora.

Se dilatan explosivas oposiciones en la ensordecida, políticamente débil y ensimismada Europa. Su larga historia y corta memoria muestran diferencias que hacen crecer las distancias entre las islas británicas –integrantes el eje del bien- y el continente siempre sospechoso a pesar de Aznar, Berlusconi y algún otro aliado del bien.

La situación europea empeora con lo que vuelve a ser Occidente, desde los Urales.

En los Pirineos se desatan quehaceres antiguos de pueblos a los que se les atribuye no saber para qué existen.

América, el continente, va disciplinadamente en casi todos sus Estados por la senda del bien. No obstante, incuba el mal, terroristas genéticos, narcos de toda laya, presidentes desobedientes. Habrá que desinfectar estas tierras para que los pobres sigan siendo buenos, ingenuamente atrasados, enloquecidos a veces por el hambre, pero siempre en libertad y democracia. Colombia es el centro del conflicto, los motivos tampoco se reducen al petróleo o a las drogas.

Impera el bien. Relaciones de propiedad globales, bases invisibles, robots asesinos y mas tecnología. Es la consagración de este siglo a la guerra, como lo advirtió el jefe del bien a comienzos de año.

Para esto, supresión del desarme, rearmamentismo unipolar o simplemente mercantil. Conversión del medio ambiente en arma de guerra; el cerebro bélico por sobre los ecosistemas. El Derecho Internacional substituido por el arbitrio del bien. Abandono de toda esperanza para el subdesarrollo que también crece y enraíza en esferas del desarrollo.

Grandes medios de comunicación uniformados como voceros que promueven o encubren la guerra están destinados a cultivar dogmas o razones inobjetables. La enajenación es la lógica mundial, nutre el maniqueísmo mediático por el cual todo cuestionamiento al poder viene de las tinieblas.

Y, como creer es mas importante que conocer, se invoca una terminología seudo religiosa para suprimir esfuerzos argumentales. Se repite el sistema de alianzas del imperio romano: solo los súbditos pueden ser aliados, caso contrario pertenecen a la periferia del mal y merecen la esclavitud. La institucionalidad internacional ha de subordinarse a este nuevo orden, conciencia que pretenda diferenciarse debe ser aislada, silenciada o ejecutada.

La tierra esta superpoblada, el mal será podado hasta que sirva solo a la reproducción del bien.

Se globaliza el bien, su fácil entendimiento y su carácter invencible.

Los malos son mas que los buenos y no se detienen ni ante sí mismos. Cambian la historia, pero el bien posee fuerza para deshacerla y convertirla en nada.

El virus de la maldad está como siempre en el seno del paraíso. Es una guerra global, la primera o la última. Ha nacido y sus límites son indefinidos.