Pensar la dominación para no repetir la historia

Después del derrumbe del socialismo real y del fin, agonía o creación de algunos Estados nacionales se extinguió el ámbito social de esas relaciones. Se impuso un sendero que aún supone la emergencia de una economía mundial articulada como modo de producción nuevo y paulatinamente sustituto del capitalismo tradicional.

Al margen de las utopías con que durante un momento se revistió la globalización, el presente mostró sus entrañas sin tiempo, como tránsito hacia otra era de dominación.

La soledad subordinante de una superpotencia evidenció la fragilidad de la institucionalidad que forjó el derecho internacional, demostró que esa unipolaridad militar podía silenciar a casi toda la especie y contaba con la colaboración de otras fuerzas económicas y militares que renunciaban a ser sujetos políticos, absorbidas por sus temores, suspicacias, conflictividad interna o integración inmediata.

Fue a partir del 11-S que este proceso de globalización se mostró bajo el arbitrio de las potencias. Comprobó la hegemonía militar global. Suprimió la idea de que la globalización suponía reducción de las brechas culturales, económicas, técnicas, científicas. Minimizó la traslación de empresas industriales al mundo subdesarrollado, se desvaneció la inversión que no consolida la exportación de materias primas. Para el Sur, el subdesarrollo siguió siendo el destino.

Existe y se expande un inédito proceso de dominación; el control se vuelve global y mas hondo. Objetar la dominación exige conocer su existencia.

La “crisis” no es fuente de comprensión ni estímulo de respuesta; su planteamiento fuera de una concepción de la dominación es agonía de la inteligencia social e instrumento de lo que se pretende combatir. Es a la dominación a la que se debe enfrentar.

Esta dominación aparece como reengendro del fascismo, pero ni siquiera es una versión nueva. El nombre de “extrema derecha” presente en Estados Unidos, Europa, el cercano y lejano Oriente oculta la novedad. El problema no se reduce al nacionalismo, xenofobia, racismo y mas tendencias. No es el imperio romano, los imperios coloniales ni el imperialismo de comienzos del siglo XX que definiera Hilferding, Lenin, Luxemburgo, Asimov. Se trata de un fenómeno reciente del control mundial que fabrica mandatarios para el subdesarrollo, temerosos, vestidos de electrónica sumisión.

Las sombras de la época dispersan masas y las convencen de su impotencia; incluso la intelectualidad opta por el silencio como si no estuviese aquí, ocupada y atareada en la búsqueda del “tiempo perdido”.

En este salto, la crisis es el cascarón roto del presente, cuyo contenido es la dominación global.

El capital financiero de comienzos del siglo XX no es el que nutre a la comunidad financiera de este XXI. Aquel estuvo vinculado en su nacimiento al proceso de la producción, formó monopolios cuando unió capitales de la banca y la industria. Mientras que los “papeles financieros” que inauguran el siglo XXI urden y traman el manejo especulativo de recursos, mandatarios y funcionarios estatales subdesarrollados en alianza con sus respectivas estructuras de poder bancario y mediático.

Cuando se habla de la prosperidad norteamericana, japonesa o de sus dragones, se aporta cualitativamente poco a la reflexión acerca del dominio naciente. No se instruye en cómo se ejerce y expande esta dominación. Apenas se observa al FMI y sus viejas funciones, pero el FMI de hoy es otro, está renovado, tiene encubiertas tareas político-militares. Es institución de operaciones especulativas, por eso la deuda no puede ser resuelta ni tratada económicamente, sino reconocida como arma política tanto para el FMI como para sus súbditos.

La humanidad se poda lenta y trágicamente.

La dominación puede ser contrarrestada, pero no desde el silencio en la reflexión que ha sido impuesto. La sociedad no está autorizada a plantearse el problema. Esta ocupada en imaginarse a sí misma libre y democrática.

La cultura y la naturaleza de la especie pueden abordar el problema de la dominación global; tratarlo y enfrentarlo al margen de las armas y desde el interés de la conservación de la vida en el planeta.