El anfiteatro Flavio y sus descendientes

Cuatro momentos se juntan y tejen una sombra extensa y trascendente en los últimos dos mil años.

Primero fue la construcción del anfiteatro Flavio, el Circo Romano. Su pasado resulta poderosamente visible en el presente, a pesar de sus mutaciones.

No es una ruina, es mucho mas que un signo, fue y es una profecía.

Mil años mas tarde, las Cruzadas se organizaron por mandato divino para rescatar el Santo Sepulcro.

La síntesis de Historia de las Cruzadas nos dice que “enciclopedistas e historiadores del ‘siglo del progreso’, que aborrecían los ciegos y crueles fanatismos religiosos, calificaron las cruzadas de ‘locura sanguinaria’ y ‘extraño monumento a la estupidez humana’. Nosotros, en cambio, sabemos que eso no fue realmente así, que las cruzadas tenían sus profundas razones y no representaban simplemente una ‘locura’ o una ‘estupidez’. Tuvo razones (…) alejadas en sus características y en sus reales objetivos de los intereses religiosos con que procuraba presentarlos el papado”.

De ellas nos quedan denominaciones usadas con frecuencia cuando se pretende algo semi-inconsciente y semi premeditado al estilo de las batallas antidemoníacas.

500 años después, la Inquisición asiste a la trama de las sombras, reengendró suplicios y causales de lucha contra el ángel del mal. Sus tradiciones, cultura, moral, inteligencia inquisitorial, revisten mandatos vengativos en pos de protección y defensa. La fuerza inequívoca de esa atrocidad histórica fue savia nutriente de momentos cimeros en todos los imperios.

Este siglo XXI resume e integra las experiencias del Coliseo, las Cruzadas y la Inquisición. Momentos que forjaron la nueva Era contra el mal, la guerra contra el terrorismo. Son fobias protectoras de grandes intereses y pasiones catárticas, temores cíclicos en todos los tiempos.

En nombre de la seguridad, el bien fue cualidad para derrotar el mal.

Cada momento se explicó desde el miedo a sus propios avances, generalmente destructivos. Las ventajas del progreso fueron usadas para la manipulación y sometimiento colectivos. A la plebe la atrapaba el festejo que la envilecía. Licencias celestiales consolidaban la fuerza que autorizaba el derramamiento de sangre en las Cruzadas, mecanismo para abrir senderos a los mercaderes de la época. La confesión de la existencia del demonio fue instrumento ideológico de cohesión del establecimiento, premisa del perdón inquisitorial.

Ahora, armas, técnicas y seguridad se disponen a extender la lucha contra el “eje del mal”, fuente del terrorismo. Integran modernizadas piezas de la práctica represiva y crean un agujero negro al que caen los hostiles al bien, los peligrosos.

Ante esta guerra o justicia infinitas, el mundo permanece sin opción. Contempla.

El Coliseo fue la semilla. Se gestó en la evolución precedente de cuya psiquis el ser humano conoce poco. Ese gigante de ladrillo persigue como un virus a todos los poderes, obligados a restablecer el graderío y la arena.

El Coliseo en Roma es museo, se diría que muerto si se lo compara con la basílica del Vaticano, San Pedro de Roma. No obstante, a pesar de su apariencia de cementerio, constituye el signo mas vital de una predicción que acierta ya dos mil años.

Al ingresar al Coliseo el ambiente oculta los gritos de antaño. Los ruidos están afuera, los carros corren y circundan el monumento. Los gritos están en toda Italia, más allá, en Europa, Africa, América, Asia, Oceanía, en el mundo entero. Adentro quedan silencios de pueblo, gladiadores, animales y Césares. Incluso, la sangre está solo en la memoria.

La arena del circo es periódicamente guarida de derrotados. Parecería que ahí se realiza la Cumbre sobre el Hambre, organizada por la FAO, en este junio de 2002. El pulgar imperial se inclina hacia abajo y una voz servil interpreta “cita de charlatanes”.

En esas ruinas que no terminan de restaurar habitan ratas de la ciudad. Recorren todos los rincones, incluso el sitio del emperador, donde a veces se detienen, olfatean y se van.

El Coliseo, las Cruzadas, la Inquisición y esta guerra infinita son productos de la lucha del bien contra el mal.

Y por ese andar, la humanidad pasa del Circo romano al circo global.


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