Armas bursátiles

La crisis de 1929 fue uno de los antecedentes de la Segunda Guerra Mundial. Países que enfrentaron esa depresión lo hicieron con menos nerviosismo que aquel con el que se vive esta crisis de 2002 iniciada a fines del siglo XX y que camina hacia otras guerras.

En 1999, Paul Krugman señaló que “de John Maynard Keynes a Milton Friedman pensábamos que sabíamos lo suficiente para evitar que ocurriera nuevamente”, lo decía en su libro De vuelta a la economía de la Gran Depresión. Depresión que ahora se agrava.

El presente sigue tejiéndose con desempleo, éxodo de miserables, recesión, contaminación, intoxicación mediática, descomposición de culturas, inflación, estanflación, especulación, degradación financiera y de sus representaciones políticas. Este curso trágico exhibe vínculos planetarios.

En lo inmediato, los síntomas de pánico en la Bolsa son expresiones de la manía especulativa de grandes empresas y malabaristas de papeles fiduciarios que se alejan cada vez mas de la riqueza real y manipulan la subjetividad subordinada.

Estados Unidos enfrenta consecuencias de la extrema desregulación estatal, de imaginarios respaldos monetarios formados únicamente con armas y la rentabilidad de la producción de la inconciencia en amplísimos sectores sociales y en el seno de los propios países desarrollados.

El excesivo gasto militar que demandan las farsas políticas, económicas, ideológicas, mediáticas constituyen un bumerang de incomprensión en la transitoriedad de todo poder.

Suponiéndose eternas, las potencias liberan sus manos para cualquier agresión.

El siglo XXI empieza a conocer la guerra desatada contra el “mal”. Se la prevé mas cruenta que la declarada contra colectividades o individuos. La historia misma se convierte en el infierno donde se pretende exorcizar a los nuevos demonios.

El costo es altísimo. Propósitos de dominación global, control energético, estímulos a la carrera armamentista entre aliados y Estados súbditos, desprotección del medio ambiente, desentendimiento respecto de pestes, espolazos a lo especulativo del mercado bursátil, procedimientos delictivos en megaempresas y sobre todo multiplicación de certezas en las victorias militares de todas las guerras requeridas, de baja, mediana o alta intensidad

Pensamiento de halcones que coinciden en el gobierno de grandes potencias.

Aún son válidas las palabras que Paul Kennedy escribiera en 1986, cuando aún no existía la unipolaridad militar ni la arbitrariedad que destruyera el derecho y la institucionalidad internacionales, cuando todavía se reconocía la necesidad del desarme mundial y la destrucción de armas químicas y biológicas, cuando la protección de los ecosistemas era una tarea de todos, cuando el respeto a la diversidad era anhelo democrático, cuando no se usaba “la guerra entre culturas” para encubrir el crecimiento de la dominación, cuando la lógica no era substraída por la práctica del absurdo.

Entonces, el historiador afirmó: “A pesar de la decadencia económica, y tal vez militar, los Estados Unidos siguen siendo según palabras de Pierre Hassner, ‘el actor decisivo en toda clase de equilibrios y de cuestiones’. Porque tienen tanto poder para el bien o para el mal, porque son el eje del sistema de alianza occidental y el centro de la actual economía mundial, lo que hacen, o dejan de hacer, es mucho más importante que lo que decida hacer cualquiera de las otras potencias”.

Hoy la prensa mundial informa sobre las manipulaciones contables de grandes empresas que cometieron “errores” en miles de millones de dólares. La Bolsa observa e ilumina antros monopólicos. Los especuladores del submundo bursátil convierten las alianzas en crímenes y los crímenes en exitosas operaciones de Bolsa.

Se podría prever la bancarrota de formas de organización de la economía y de estructuras administrativas del mundo desarrollado.

La Bolsa de Nueva York es hoy bolsa global y a ella concurren la Tierra y sus recursos. Nada restablece mejor la confianza en esa Bolsa que una buena guerra o varias pre-ganadas.

El destino de Wall Street no está solo en el escenario de la competitividad, juega en el control de los recursos del planeta. Su recuperación se vincula al mercado y consumo de armas.

Al parecer, el equilibrio se restablecerá desde las previsibles victorias militares que han de desatarse. Para entonces, el laboratorio del formalismo matemático definirá las virtudes que permitieron la reactivación, el equilibrio. Todo visto y dicho al margen de los abismos sociales y de la sangre que aumenta su valor con el caudal que se derrama.