Funciones de la segunda vuelta

La conclusión de la primera vuelta, el 20 de octubre, puso en escena un conflicto, los ‘partidos’ que competirán en las elecciones del 24 de noviembre no son -desde la intención de los votantes- expresiones del poder. Los candidatos correspondieron más a sus propios significados y anhelos de sus electores.

El establecimiento jamás previó ese resultado. Los mass-media no lograron que los predestinados fuesen finalistas, ‘oponentes’ propios, que personifiquen sus mandatos.

El voto contra el establecimiento rebasó los límites de las candidaturas triunfantes e integró amplios sectores de otras propuestas. La impugnación al poder en la pluralidad de pronunciamientos fue ostensible. Ninguno de los dos contendientes de mayor votación fue acogido como exponente del statu quo.

En el fondo, “nada está perdido”.

Lo electoral cuenta con la segunda vuelta consagrada inicialmente a acoplar una resolutiva mayoría con los pronunciamientos de la primera. Entonces, se dirá que la población, ya no solo el electorado, se pronunció mayoritariamente por uno u otro. Argumento y justificación de la democracia.

No obstante, en Ecuador, hoy se añade otra función a la segunda vuelta, identificar a los aspirantes finalistas con hegemónicos intereses, incluidos los de control social y desde allí convocar a la diversidad de electores. Para esto, los ganadores deben vaciar sus candidaturas de los contenidos que ensayaron los electores primarios y sustituirlos por los de la especulativa comunidad financiera y sus mass-media. Serán suficientes rostros y nombres, lo demás permanecerá invisible. Bajo esta condición sine quo non, los pretendientes se tornan elegibles y quedan autorizados a concursar para la administración del Estado.

Esta vez, lo extraño fue que los dos candidatos no fueron admitidos de inmediato por el establecimiento.

La primera evaluación impuesta a los triunfantes plantea que ellos deben cambiar para aspirar a la jefatura del Estado; asumir vacíos o vaciarse de pasiones, demandas e intereses que los constituyeron en la primera elección; exhibir disposición a excluir al otro. Así, se votará “por el menos malo”. En la segunda vuelta ganará el que mas excluye y muestre su propio ser como continente de un contenido por venir.

Se pretende que los triunfadores pasen liberados de los anhelos que hicieron las votaciones de primera vuelta. En la segunda, los candidatos están en reconstitución. Cada uno será distinto.

Si logran desdibujar lo que prefiguraban, los triunfadores inician una novata vida mientras agoniza su existencia previa.

La nada está en el principio de la segunda vuelta.

La regresión ideológica y política de los candidatos es cualidad saludada por la tradición.

Convertidos en aspirantes egresados de la primera exigencia para alcanzar la presidencia, rinden exámenes y se entregan a compromisos para merecer la licencia correspondiente. Esta licencia se da o niega en los movimientos (o rumores) de las bolsas y de capitales temerarios o atemorizados. ¡Todo sea por la riqueza ficticia! Ninguna demanda productiva supera la seguridad que el poder requiere. El temor se principaliza ante la imaginaria ruptura del degradante statu quo.

El miedo entra en la retorta del mercado y se vende caro o barato, según la intensidad de la cohesión que se administre. Gran negocio es fabricar espantos y pavores. Asumidos profusamente inoculan las mas adictas y eficaces drogas de sumisión colectiva.

Los resultados electorales señalaron la obsolescencia de los partidos políticos, sus profundos resquebrajamientos, falta de ideas y renovación, desconocimiento de problemas nacionales y de las pretensiones de sujetos y actores sociales recientes, ausencia de pensamiento sobre la transformación global, ceguera ante la diversidad poblacional y la problemática que está mas allá del mercado, paupérrimas formulaciones del actual proceso mundial.

Hondas derrotas nacionales consolidan prejuicios y axiomas subyacentes que se expanden y elevan la temperatura del subsuelo social.

El poder especulativo decae paulatinamente. Aún la sociedad lo considera natural y supone que se trata de una generación de corruptos. El sistema financiero esclaviza económica y políticamente. Cruel, como un dios antiguo, se alimenta de sacrificios y hay que ofrendárselos para evitar su ira. Los técnicos son sacerdotes infalibles. Desde los medios, arrebaña la voz devota de esa irreductible fuerza.

El programa de gobierno que los medios exigen es adecuado al parecer superficial. Oculta y reproduce al poder. Deviene en un mas allá que se busca y no se alcanza. Ahora, los aspirantes yacen en el laberinto del poder. El mandatario será instrumento de otra práctica, perdió la esencia que simbolizaba y su reciente funcionalidad no se difunde. Solo el rostro y el nombre. Los mercados recuperan serenidad.

Está garantizada la inmovilidad de lo establecido.

Los dos momentos electorales se integran y separan entre sí. Amontonan muchedumbres impotentes en sus costados y en sus cenáculos próximos, grupos acríticos y críticos que se excluyen recíprocamente.

Innovadas presencias y ancestrales oposiciones redescubren el atraso del poder predispuesto a subsistir y a existir mas allá de la resistencia nacional.

Abundan reflexiones e incertidumbres sobre los significados de las quebrantadas identidades de la primera vuelta.

La nación necesita gestar otra cualidad en la conducción del Estado, aunque está en marcha la segunda vuelta. La reflexión que condujo el pronunciamiento en la primera ha sido eliminada. Ahora, la verdadera determinación vuelve a ser la del poder. Pero no está sola, la que fue eliminada germina en el subsuelo.