El laberinto del coronel

Hace 30 años se estructuraron fuerzas económicas que hasta hoy usan, usufructúan y abusan del Estado. Este poder, que ha envejecido degradado, ha conducido a casi todos los gobiernos durante esta etapa. El 24 de noviembre de 2002, la ciudadanía eligió un binomio que no lo representa de manera inmediata.

La contradicción ofrece rasgos de vislumbre pero oculta lo esencial. El aparato especulativo no tendría mandatarios en el Ejecutivo; en las demás funciones del Estado, sí. Y gobernar desde el Congreso y las Cortes presagia la tragedia que han vivido varios países bajo circunstancias similares.

Para la triunfante alianza -Pachakutik/Sociedad Patriótica- es muy difícil articular un proyecto de unidad, transformación y administración estatal sin enfrentar a las fuerzas que real y tradicionalmente manejan el Estado.

Los nuevos representantes fueron elegidos cuando ya se había reconstituido la hegemonía financiera y mediática luego del descalabro económico de 1999 y del estatal que se prolongó durante todo el periodo gubernamental de Jamil Mahuad/Gustavo Noboa, 1998-2003.

Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio fueron percibidos como advenedizos.

Cuando la hegemonía económica es una y la representación política otra, inevitablemente se fisura la política.

Los intereses proclamados en el proceso electoral podrían quedar al margen. La causa es una sola, el poder está intacto. Si “reeduca” al nuevo mandatario continuaría la misma ronda que ha caracterizado las últimas tres décadas.

Esta es la simple tozudez de los hechos. No depende exclusivamente de la voluntad de los elegidos.

La absorción del mandatario electo por grupos de poder revelaría que Pachakutik y parcialmente Sociedad Patriótica están a un lado. El propio Lucio Gutiérrez se ubicaría al borde de sí mismo y, en lugar de ser el coronel del 21 de enero de 2000, expondría el límite que le impuso la realidad inmediatamente después de ese día.

Si ahora el manejo económico recae en sectores de la especulación financiera (especialmente internacional) condicionadora de tareas político-militares, la espiral histórica se repetirá también esta vez.

La antesala de la tragedia radica en comprometerse con las obsesiones del FMI, privatizar el resto del sector estatal, asumir renegociaciones y deuda externa como pagable, hacer del presupuesto estatal un instrumento de acreedores. Además, encubrir a empresarios que se sienten mejor protegidos por el aparato financiero que por el impulso de la inversión productiva, fenómeno presente en la decadencia nacional y en la obsolescencia de un sector de la población marginada por desnutrición, hambre, desocupación, impotencia emocional, psicológica.

Lucio Gutiérrez ha sido cercado por fuerzas contra las que él se pronunció. Acechan para cazarlo. Si él no cuenta con potencialidades políticas que protejan su ánimo, decisión y voluntad no será difícil que sea incorporado al redil de la tradición.

El triunfo de Gutiérrez fue socialmente sorpresivo. Permanecieron en las sombras las oposiciones verdaderas, las que se dan inevitablemente con el poder cuando se pretende reformar el Estado, cambiar la economía, estrenar un ápice de justicia social.

La historia no conoce senderos de transformación que no enfrenten al anciano régimen. Solo los simulacros se realizan sin bajas propias y ajenas.

La debilidad del Estado vuelve sumisa a su administración. Si el presidente electo llegara a ser atrapado, el país será el mismo: carente de inversiones productivas, lesivo pago de la deuda creciente, inútiles Cartas de Intención, real amenaza de guerra, inestabilidad política, impotencia popular.

Cambiar el Estado, modificar por lo menos la estructura de funciones como el Parlamento y la función Judicial enfrentará la experimentada oferta de gobernabilidad de la inercia: “no se toquen las funciones estatales”. Todo en nombre de una Constitución quebrantada y de un culto al statu quo que circula en las venas del stablishment para que nada cambie.

El cambio tiene que ver con la historia. Se trata de liberar al Estado de la banca, conquista parecida a la que realizó la Revolución Liberal, hace mas de cien años, al haber separado el Estado de la Iglesia. Tarea que concentra reformas financieras, políticas, institucionales, ideológicas, potenciación de la voluntad popular.

Si nada de esto es posible, la estrategia de un futuro distinto se refugiará en las entrañas de este pueblo, y será sin tiempo hasta que la semilla encuentre condiciones propicias para volver a crecer.


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