La Historia va imponiendo la sucesión

Cuando el Emperador nombró a su caballo, Incitato, Senador, un delirio de aprobación recorrió la Asamblea de patricios. El frenesí de alabanzas al divino Calígula intimidó siglos y aún suele entusiasmar parlamentos.

La curul del cuadrúpedo quedó desierta. El corcel imperial prefirió el establo. Discípulo de excepción de aquel suceso es el Congreso Nacional de Ecuador que ha imitado el legendario vacío de un tiempo en que “los romanos no sabían ya ni matar a sus tiranos”.

A partir del 5 de enero de 2003, el Presidente del Congreso carece de nombre y materialidad, vislumbra la anécdota de la Historia. El primer vicepresidente lo reemplaza y simboliza la nada, el no-ser presidencial. El absurdo se rehabilita. Una impostora constitucionalidad no simuló silogismos forenses. Impuso el arbitrio de una fugaz fuerza. Produjo el vacío sin nombrar al mamífero de antaño, para elegir al vice-palafrén.

Al Estado no siempre le basta el derecho. Este Congreso se hace y deshace fuera de la constitucionalidad; en el voluntarismo e irracionalidad (nombres atribuibles a un curso cuyos intereses apenas se muestran).

Los vientos del 24 de noviembre encumbraron a mandatarios mas lejanos del mando financiero-mediático y sus tradicionales representantes. Para colmo, los nuevos mandatarios plantearon en campaña y, aún después de electos, que “despolitizarían” algunas instituciones.

En Ecuador, la política se dirime judicialmente. A la par, la justicia sentencia y encausa políticamente.

Por lo general, la pertenencia partidaria de jueces y magistrados garantiza impunidad o condena. La inocencia de líderes y partidos está en razón directa a su influencia en la función Judicial. La culpabilidad, a la inversa: a menor influencia mayores los crímenes imputables. El partido mas inocente es el PSC; conservar esa influencia supone proteger el statuo quo, en especial, de la Corte Suprema de Justicia. Además, gobernabilidad anticipa disimular, ocultar, liberar de responsabilidades censurables, reviste de inocencia a los gobernantes.

Un sector de la absolutista dirección del partido “mas votado” no asume responsabilidad del golpe de Estado de febrero del 97, tampoco del ascenso del Interino, menos aún de la colusión de fuerzas y prejuicios que urdieron la presencia de Jamil Mahuad, Gustavo Noboa y sus cometidos, por supuesto, no tiene que ver con la sesión inaugural del Congreso inspirada en la metáfora del libérrimo Emperador.

Su técnica de gobernabilidad parte de la inocencia propia y concluye en ella. Gobernabilidad es establecer la administración libre de toda sospecha durante y a posteriori del ejercicio del mandato. Los papas sabían de esto y las bulas que crearon continúan garantizando el ingreso al paraíso. Cualquier cuestionamiento sería igual que haber pedido al dominico Tomás de Torquemada que renunciara al santo Tribunal Permanente de la Inquisición.

PSC y DP inciden en el 90% de la CSJ, instancia cuya esencia es la anticorrupción y la constitucionalidad, según el menú partidario. La ID –partido de la caduca mayoría del 5 de enero- mantiene un nivel de responsabilidad sobre quehaceres de ese poder que el pueblo impugna.

Esta vez el PSC no preside el Congreso. No se sabe hasta cuando. Sin embargo, lo organizó hasta en sus menores matices. Lo hizo con un Director de Sesión Preparatoria y la obediencia ciega de los aliados a los que se sumó el PRIAN, de cuyos diputados, al menos dos sufrieron por cumplir un designio que obviamente no representaban. Fenómeno también presente en otros partidos juntados deleznablemente en esa fecha cuando un diputado, expresando sentimientos de temor colectivo, al elegir se justificó diciendo: “voto como muestra de extrema disciplina…”.

El arrebato de la atroz política congresil está en manos de un sector autócrata, conspicuo representante del poder especulativo.

Los que perdieron las elecciones nacionales el 20 de octubre, ganaron las del Congreso del 5 de enero en preparación de lo que podría mutar hacia otro golpe de Estado.

La enviciada élite política tiene solo derechos, no obligaciones. Derechos que los toman o los dejan; confunden premeditadamente el derecho público y el privado. Se arrogan la atribución de que el Congreso funcione sin Presidente.

La mayoría de cantidad oraliza disquisiciones constituyentes y exhibe individualidades vencidas desde ya por el peso de tan espuria victoria.

Haber impuesto a los diputados elegir un vicepresidente de un presidente inexistente es símbolo de desesperación y de los extremos a los que está dispuesto a llegar el poder decadente. Todavía puede arbitrar sobre su permanencia, porque aún está presente en todo el Estado y apenas comienza la alternativa posible.

La cúpula de los partidos de la mayoría actúa como secta, atenta contra sus propias militancias y la racionalidad de sus integrantes, quienes no admiten decretar que no pasen las horas, destruir sueños de generaciones y potencialidades de la nación y el pueblo.

Séneca le decía a Nerón: “Puedes matar tantos hombres como quieras, pero no podrás matar nunca a tu sucesor”.

La Historia va imponiendo la sucesión.