Solo rivalidad por la representación del poder

En Ecuador, no existe posibilidad política de organizar un poder distinto. En otros momentos, una oposición destinada a sustituir intereses que administran el Estado materializó cambios y en consecuencia transformó el instrumento político de la nación.

La élite política es solo rival frente al gobierno. No impugna los intereses que éste representa, sino la composición social con la que lo hace. Exhibe racismo y promete mayor eficacia en la representación de esos mismos intereses. No pretende cambiar el régimen financiero ni sus vínculos de propiedad con la administración estatal y un sector de medios. Se inclina reverente ante la comunidad financiera que subyuga el país. No pretende política autónoma ni regional, jamás podría plantearse independizar, liberar al Estado de la banca.

El Congreso, que no asumió responsabilidad frente al territorio ni tuvo palabra para observar la presencia de la base militar extranjera ahora se preocupa “de no involucrarse en el conflicto interno de Colombia”. Sin caer en cuenta que “la mediación” es solo una cortina de seda opaca. Cuando el país esta involucrado irreversiblemente en el Plan Colombia, el Congreso llama a “consolidar la presencia militar en la frontera norte”, cosa que este gobierno la ha continuado “de magnífica manera”, según estrategas militares vinculados al poder financiero que la mayoría del Parlamento representa. El Congreso recrea un espíritu belicista y se convierte en vitrina de rivales que proclaman que podrían hacerlo mejor.

El Congreso fiscaliza tardíamente al gobierno pasado, forma perfecta para absolver lo mismo en el presente y en el futuro. Otra expresión de una justicia mendicante de los beneficios de la política.

No hay oposición alternativa a los intereses que gobiernan, solo rivalidad y servidumbre a los mismos. Por eso Ecuador se extingue como Estado.

Esta rivalidad comenzó hace muchos años, ahora en condiciones de mayor degradación. El Estado, devorado por los intereses que lo administran, convierte en carroñeros a amplias sectores empresariales, laborales, masas en pauperización que se adecuan a nichos por lucros o algo para sobrevivir. Los pobres reciben limosna estatal, bonos que la encumbran. Ideología que traspasa al poder y satisface a los propietarios del Estado. La comunidad financiera también la ejerce. Presume de convertir la deuda en inversión social, ilusión para deudores mendicantes.

Los pobres se amontonan para jurar que son destinatarios de la limosna estatal y aunque suena a ironía, mejor sería que los ricos juren por ser pocos y el resto sea integrado a los beneficios de miserables, ante cuya desgracia el Estado lamenta las fatalidades del destino con sus partidos, funciones estatales, iglesias, bancos, ong’s. Y recrea bonos, endeudamientos, conversiones y mas.

La pobreza es de fácil tratamiento. El poder contribuye a producirla. Negocia con ella. La cura con la moneda y la cruz.

La mendicidad cambia con la historia, es atributo en ejércitos, instituciones económicas, iglesias, organizaciones políticas y masas.

Hace siglos los mendigos poseían poderes sobrenaturales. Dios se lo pague, era un conjuro, artículo de fe de la colectividad, generosa y milagrosa respuesta ante la caridad. Hoy, ya no. Los beneficiarios de bonos solidarios increpan a sus filántropos. La caridad que antaño se desprendió de Dios, ahora constituye una política desastrosa en el mundo subdesarrollado, donde los mendigos son hijos del atraso, distintos a los mendigos del G-8, desperdicios del progreso.

La mendicidad contagia mas que los virus y bacterias que aterrorizan en los medios de comunicación. Divide a la humanidad en filántropos y mendigos. Los mendigos deben humillarse, la humillación es virtud. No hay estallido social que amenace a los filántropos. Nuestros mendigos no hacen milagros como los de antaño, no son hechiceros, no hablan con dios ni con el diablo, se evaporan o pulverizan solos. Los pobres tienen ideas que los identifican con sus filántropos.

Hace algunas semanas, políticos indígenas en una universidad norteamericana fueron ovacionados por inversionistas. La declaración de esos políticos fue magnífica, dijeron los inversionistas. Habían comprendido que el problema era solo el precio del gas, y que si ese era el problema, la solución estaba cerca.

El país entero haciendo méritos está en espera del Salvador que es plural y diverso: dios, inversionistas, feroces jueces, agentes estabilizadores, armas ajenas, usureros desarrollados, renegociaciones de deuda, prestaciones por la seguridad en la frontera norte, concesiones. Se añaden en la destrucción del país también exitosos juicios al Estado entre mafias profesionales, políticas, armadas, religiosas, financieras. Anticorruptas todas. Arrancan pedazos de esta patria que se olvida.

El negocio radica en ayudar a los pobres. Darles un mendrugo. Todo a cambio de un Estado en depredación

La disputa por la representación del poder es igual que la competencia; cada uno aporta sus particulares armas y competitividad. Sin cuartel. Combate entre rivales: compra-venta de ilusiones; judicialización de disputas o ausencia de derecho en las conquistas; legalidad de colusiones, de contratos; despojo de recursos, el petróleo es el mas horrendo. Se ha entregado todo sin invasión militar. Bastaron la representación política y su bufete.

Antes fue suficiente la cruz y la espada. Hoy se añade la moneda

Rivales ante la divinizada unipolaridad y sus armas, sin mas ambición que el mendrugo de cada uno.