La banca rechaza pedido de repatriar su dinero

Es un titular de diario Expreso, 2 de junio de 2003.

Cabría preguntar de dónde tal prerrogativa. Qué sucedió en la economía ecuatoriana para tal comportamiento, impensable en un país desarrollado.

Fenómeno típico en el subdesarrollo, donde la desvinculación y preponderancia de la banca sobre la industria, agricultura, comercio, transporte y, en general, de toda la trama de la producción y la mayor parte de la circulación integra factores decisivos de su articulación en la comunidad financiera internacional.

La banca especulativa requiere en cualquier esfera de los dineros-de-los-otros, aún cuando han preocupado a decires y comentarios del Departamento de Estado norteamericano y de círculos intelectuales, técnicos y sociales del subdesarrollo.

Esa preponderancia está vinculada a la red de operaciones financiero-especulativas, base de poder del Estado ecuatoriano desde 1976.

Unge y destrona a representantes en cualquier función estatal. Sus mayores limitaciones se evidenciaron en el endeudamiento y la estafa de 1999.

La contraparte de esas obras constituyen la inercia del subdesarrollo, el reengendro de las mismas relaciones de poder y la consolidación de un menú de representantes obedientes a sus designios.

En Estados Unidos, la base de poder está en el complejo militar industrial, instancia importante y decisoria de la producción. La especulación, en esa esfera, mantiene intereses respecto de las condiciones del proceso social y económico. Por el contrario, en Ecuador, la banca-poder ha desechado de su lenguaje palabras tales como jornada de trabajo, educación, problemas poblacionales, cultura, identidad nacional, ciencia y tecnología.

Cuando se trata de países subdesarrollados, la comunidad financiera no reconoce otro arbitrio que el suyo propio. Destruye paulatina e irreversiblemente la soberanía de Estados débiles, reducidos a simulacros.

La creciente ausencia estatal en la producción y, en particular, en la circulación monetaria, financiera, crediticia y bancaria permite a la banca reglamentar su aislamiento de la economía, la técnica y la ciencia, como si fueran victorias jurídicas, pese a ser profundas derrotas que se manifiestan en la subordinada administración del subdesarrollo.

Todo esto ha generado la supeditación estatal y nacional de factores internos de esa comunidad financiera. Condición trágica que asume la función de conductora esencial del Estado. Sus voces y vínculos mediáticos han logrado anular el entendimiento de la sociedad sobre problemas reales, armas, trascendencia de conflictos y la deplorable inserción de Ecuador en la globalización militarizada.

«Frente al pedido del presidente de la República, Lucio Gutiérrez, al sistema financiero nacional de traer dinero que se encuentra en el exterior para invertirlo aquí», el de titular la Asociación de Bancos Privados informó que «el dinero de la banca está en lugar seguro, fuera del país, por eso, regresarlos a Ecuador para que sean canalizados al sector productivo es, por ahora, improbable». (Expreso, 2 de junio de 2003). Mas tarde se añadiría, los recursos monetarios en el exterior disfrutan de seguridad, alto índice de liquidez, a pesar de (o gracias a) la baja rentabilidad.

Y es que el capital en general, y mas aún el especulativo, no puede moverse según los pedidos del presidente de la República, peor aún si lo es de un Estado cuya autoridad solo existe en la medida que ratifique los deseos de la unipolaridad militar y la comunidad financiera que nos rige.

El supuesto de que recursos y operaciones especulativas serían fuente de progreso jamás fue creíble. Desde el siglo XVI y aún antes cuando el capital mercantil promovía hazañas de piratería, comercio de esclavos y más, se vislumbró el papel de la ganancia y sus márgenes. Ya en el siglo XIX se publicó e invocó la visión de la época sobre el recurso especulativo.

La crítica clásica la caracterizaba diciendo: «tiene horror a la ausencia de ganancia o a la ganancia demasiado pequeña, como la naturaleza tiene horror al vacío. Conforme aumenta la ganancia, se envalentona. Asegúresele un 10 por 100 y acudirá adonde sea; un 20 por 100, y se sentirá ya animado; con un 50 por 100, positivamente temerario; al 100 por 100, es capaz de saltar por encima de todas las leyes humanas; el 300 por 100, y no hay crimen a que no se arriesgue, aunque arrostre al patíbulo. Si el tumulto y las riñas suponen ganancia, allá estará el capital encizañándolas. Prueba: el contrabando y la trata de esclavos» (P. J. Dunning, Trade Unions). Se diría que Ecuador permanece en el siglo XIX.

La banca especulativa no se detiene ante nada. Las ganancias que obtuvo con la estafa del 99 y su aparato estatal sirvieron para restaurar vínculos de propiedad mediáticos y encubrir la usurpación del ahorro nacional, dis-torsionar el origen de la emigración que aporta ingresos semejantes a los del petróleo. No bastan las súplicas para que el ahorro robado vuelva al país. No volverá, por la inseguridad política ­peor que la jurídica-. Certeza de una guerra en paulatino desborde, mientras Ecuador no tiene otro destino que esta democracia de baja intensidad.

La preponderancia de la banca sobre la economía y la política, la ausencia del Estado y el poder absoluto de la comunidad financiera administran, desde su seno, el Estado ecuatoriano modernizado al extremo de haberlo etiquetado como objeto privado.

Nada será repatriado, ni el ahorro nacional que se fue y aún se va ni los esclavos que se fueron y todavía se van. Solo volverán los simulacros que consoliden la anestesia criminalística que se usa para distraer y aplacar el espíritu colectivo, chivos expiatorios que alimenten la procesión del bien.