La libertad tiene cualidades semejantes a las de la violencia y viceversa.
Con la formación y evolución del Estado, la violencia y la libertad de la sociedad fueron extraídas de sus integrantes y absorbidas por el aparato administrador. El fin fue ejercerlas en su nombre y en el de los particulares.
Concepciones políticas, al igual que diversas teorías económicas, han coincidido en clasificar sitios de concentración de la violencia y la libertad que escapan a las nociones políticas y económicas mundanas.
Así se formaron los ejércitos, manifestación a veces egregia de la violencia asumida por la representación. De manera semejante, se tramaron paramilitares en el seno de andamiajes estatales en todos sus niveles, desde simples organismos y órganos de poder local, hasta las instancias supremas del Estado.
Los nombres de esos aparatos fueron y son, por lo general, un tanto peyorativos y corresponden a su esencia real. Se los invoca o conjura llamándolos tun-tun, ku-kux-klan, triple A, fantasmas, robaburros, tonton-macutes. Han sido objeto de conjeturas variadísimas.
En el seno de las potencias mundiales han habido algunos nombres importantes. Pero el que por su significado marcó el destino fue el de Sir Francis Drake, autoridad en los mares y pirata de la Reina Isabel de Inglaterra.
De esos tiempos queda una percepción onírica y huellas literarias de hechos sin explicación. Sus nombres se citan, al igual que los crímenes que cometieron. Sin nexos aparentes con el presente, los conserva la infinita generosidad del reciclaje natural.
De igual manera, se puede ejercer la violencia y la libertad del género humano desde una instancia capaz de arrogarse tales representaciones.
Bajo ciertas condiciones, la economía muta hasta convertirse en insumo de un sector del poder económico que la digiere mientras se asume representante de todo el sistema. Se expresa en los monopolios y oligopolios que operan en la esfera productiva, el intercambio y la especulación; también de la política y la ideología; aún más de la comunicación. Son la irreprochable fuente del derecho y las obligaciones.
El juicio colectivo reclama contra esas formas coercitivas que suprimen o desconocen las libertades individuales y de la colectividad. De la violencia el poder no habla, la supone inmersa en su libertad. Se trata del mundo libre.
En el mundo financiero, la libertad y la violencia concentran extremos de arbitrariedad. Enhebran todo el sistema, lo subordinan al extremo de transfigurarlo en condición natural del yugo al que somete al conjunto de la sociedad.
La comunidad financiera monopoliza y establece los límites -para “los otros”- de la libertad económica, se vincula societariamente con medios de comunicación que, a su vez, concentran y liliputizan la libertad de expresión y la opinión pública para ejercerlas en grande, en nombre de todos.
La manifestación más ululante en la esfera de los combates libertarios es el reclamo por la libertad de prensa. Las demás libertades se reducen a materia prima de ella. No es necesario nombrarlas. Se las devora.
En sus inicios, la organización liberal del Estado distinguía la estructura del poder económico y político. Los cristales a través de los cuales se contemplaba la trama estatal se fabricaban y justificaban con el pensamiento de Montesquieu, el anarquismo de Bakunin y, en las sombras, de Maquiavelo.
La diferencia explicaba y justificaba lo estatal y lo privado; no se percibía la continuidad de lo uno en lo otro ni los hilos que los manejaban. Sus invocaciones eran actos reivindicativos en nombre del Estado o de lo privado.
A comienzos del siglo XXI es visible que los vínculos de conducción o parálisis social no brotan solo desde el Estado. Se asientan en instancias de poder de lo que fuera privado y que hoy aparece como elite económica. Incluso la llamada sociedad civil posee novísimas representaciones que se articulan desde los centros de poder del mundo.
La sociedad civil es cautivada y comprimida en un puñado de buenos ciudadanos. Parecería que este es el curso del porvenir ya vivido. Los griegos lo graficaron como espiral. La Historia se repite en otro nivel.
Hubo un tiempo en que la cultura se ejerció por representación. Muchos emperadores o amos enriquecidos mostraban su erudición exponiendo la declamación de sus esclavos sobre viejos cantares y saberes consolidados, algunos de las cuales integraron célebres papiros. Ser propietario de libros vivos era de buen talante.
Hoy se ostentan tesoros-esclavos semejantes. Las libertades de los otros, la violencia de los otros, la condición social de los otros se exhiben en la ilimitada libertad, violencia o condición social que ejerce el poder desde la sociedad y el Estado. Lo privado o público se usa también para cubrir su visibilidad.