América para los pueblos y naciones de las Américas

Crear un sujeto histórico común de naciones y pueblos del continente americano es estrategia fundamental de esta parte de la humanidad que habita América.

La Cumbre Extraordinaria de las Américas, a diferencia de las anteriores, se reúne en un momento en que el gobierno norteamericano requiere otra condición ideológica que simplifique el mando interamericano.

Estados Unidos modifica abiertamente su relación con el continente. La mayoría de gobiernos se presume democrática. Esa vanagloria fue cláusula para no invitar a Cuba.

La democracia que se invoca es única y relativamente inmutable, promete reformas y adecua lamentos por las desigualdades; impulsa declaraciones por los pobres y el crecimiento; técnica de la comunidad financiera internacional.

Después de medio siglo de FMI, la OEA admite la existencia de mayores inequidades sociales: la mitad de la población latinoamericana vive en la pobreza. El 10% más rico de la población se lleva el 50% del ingreso.

De la escuálida catarata de declaraciones, solo tres exhiben transparencia, las nociones de terrorismo, ambiguas y polivalentes; seguridad, inobjetable estímulo para las armas; y, corrupción, para que Washington expulse gobiernos a discreción. Camino de libre manejo de soluciones bélicas.

Con la invasión a Irak se desconoció a la ONU, el derecho internacional y los informes de inteligencia político militar de cada país coaligado. Así se destruyó el Estado iraquí, según afirman publicaciones de los mayores medios de comunicación de Estados Unidos y el Reino Unido.

Esa voluntad y su entorno han sustituido al derecho internacional. Su fuerza es argumento suficiente. La noción preventiva estará presente así en la guerra como en la paz.

La Cumbre de Monterrey promulga vocablos normativos de conducta y relación interamericana. En lugar del derecho, serán suficientes el prejuicio, la intransigencia, el miedo y la persecución.

La ideología es el objetivo central de esta Cumbre y ella es el rumor del tiempo 11-S. Tiempo de temores, seguridad, terrorismo, corrupción, lavado de dinero. Como si América Latina se hubiese convertido en un competidor sin padrino.

Además, se teje la alternativa del ALCA, los TLC. Su diferencia esencial radica en que el ALCA tiene presidencia compartida y temática enriquecida desde la presencia de Brasil, Venezuela y Argentina que han planteado la superación de obstáculos arancelarios y no arancelarios y temas de interés subregional: financiamiento, créditos, política monetaria, regímenes de endeudamiento, política de armamentismo.

Los TLC son prioridad de Estados Unidos y resultan más simples. Los problemas arancelarios e intereses de sectores productivos o de la esfera de la circulación no cuestionan sino su propia reivindicación.

Una bolsa de productos de cualquier Estado latinoamericano resulta absorbible por el mercado norteamericano, mientras, la apertura en nombre de ese libre comercio significará un proceso de destrucción del viejo poder seminacional; simultáneamente estructurará un poder incluso industrial no nacional en estos países. Ese reciente poder, al margen de la nación-que-fuimos, en el mismo territorio, iniciará otra historia. La pasada se redefinirá.

En Monterrey también está presente y se consolida una emergente conciencia latinoamericana y de un sector de la elite política estadounidense que desde fuera de la Cumbre denuncia al gobierno de George W. Bush por falsificación de realidades y desconocimiento de la institucionalidad internacional.

La Cumbre de las Américas enfrenta diferencias entre sus concurrentes. Chávez, Lula y Kichner representan una posición poderosa y mayoritaria en la población latinoamericana.

Estos saben que los gobiernos no se hacen democráticos por obedecer o ser parte del coro de un prejuicio.

La Cumbre es circunstancial. Pero podría volverse fatalmente trascendente, según el curso de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.

La unidad de las Américas es muy importante desde los intereses de sus pueblos y naciones. Objetivo que no puede reducirse a la unidad de sus círculos gobernantes. Incluso cuando estos representan, de manera más cercana, los intereses de sus naciones. La voluntad de los pueblos debe ser manifiesta, expresa, concreta y no una extensión de atribuciones a mandatarios que dejan de ser apenas asumen la función de administradores.

América para los pueblos y naciones de las Américas es el interés más importante.