Detener la conflagracion

El 5 de marzo de 2004, diario El Comercio dirigió una positiva y alertante Carta al País. El texto tiene viso de manifiesto de la nación.

El Estado reviste todo de inocencia mientras se involucra militar, política, administrativa y económicamente en el Plan Colombia. La conciencia internacional y cada día más el pueblo ecuatoriano saben que cierta práctica política no corresponde al publicitado candor del gobierno ni a los afanes congresiles y enredos judiciales.

Simulacros y camuflajes son recursos para el sainete de «protección» de la soberanía con cuyos despojos pagan y disfrutan de «estabilidad».

A fines de 1999, cuando el presidente Mahuad ya era desechable, otro Jefe del Comando Sur declaró su sorpresa por que el país no estuviese informado de la instalación de la Base de Manta, si para establecerla habían realizado 1.800 vuelos…

El Canciller de entonces y su Presidente escuchaban con fingido asombro preguntas que, a su juicio, no tenían nada que averiguar sobre una potencial base militar. Gustavo Noboa continuó la pendiente. Los apetitos de su equipo usurparon incluso disfraces correspondientes a la sumisión.

«Gracias» al gobierno actual, Washington ha incrementado su confianza en la mansedumbre, acatamiento, subordinación y allanamiento del círculo rector que ha desgastado el más variado repertorio de maniquíes, peleles parlantes, aparatosos ambientes y encubrimientos.

Nada será visible hasta el día D.

Mas, la administración norteamericana tiene un cruel y contradictorio designio con la mentira. Sus funcionarios, al fin, la develan.

«De acuerdo con las recientes declaraciones de George Tenet, director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en Washington, y las del ex jefe del Comando Sur y subjefe del Estado Mayor Conjunto de las FF.AA. de EE.UU., general Peter Pace, divulgadas por la prensa de Bogotá, los tiempos militares se acortan en el vecino país. Tanto el Director de la CIA como el alto oficial, coinciden en que las etapas decisivas son inminentes» (El Comercio, Carta al País).

Estos prolegómenos de potenciales operaciones bélicas son refutados de manera idéntica a como se desdecía el carácter militar de la instalación de la Base de Manta. En la actualidad el ejército está ya movilizado. Ha sido provisto por el Comando Sur de uniformes excedentes y también de un enemigo para llenar el vacío ideológico gubernamental.

No obstante, la negación continúa. A su tiempo, la partida se dará con ‘crímenes terroristas’ (semejantes a los procurados en el inefable ensayo reciente). Crearán el estado de ánimo adecuado, temores extremos, delirios por uniformar a la población y justificación para estrenar la próxima guerra fácil. En este caso, no se tratará solo de una invasión de acomodaticios nombres.

Si el golpe de Estado, del 11 de abril de 2002, falló en Venezuela, la declarada animadversión del Departamento de Estado al presidente Hugo Chávez prepararía otra desastrosa liberación.

Resolver por analogía, a la usanza haitiana, una intervención en Venezuela tensaría América Latina hasta el límite.

Los Andes se incendian paulatinamente. El fuego es semejante al que en el páramo transita montañas. En sus entrañas están las huellas de la esclavitud y la miseria.

Aún es posible detener la peor conflagración que probaría el continente después de las Guerras de la Independencia, contenido mayor de la Carta al País.

El pueblo debe ser consultado sobre la política que se le impone.

Si el real presidente de Ecuador es una fuerza «sin rostro», como en la política económica, petrolera y restantes; frente a la guerra, el presidente ficticio estaría demás.