Reconstrucción de la política exterior de EEUU

La política exterior de Bush involucró a Estados Unidos en un conflicto prolongado relativamente irreversible de potencialidad inconmensurablemente dañina respecto de las relaciones internacionales, sus reordenamientos y culturas.

Un impreciso y ambiguo “occidente” se redujo a Bush, a un par de aliados y su política. EEUU cometería un suicidio moral si optara por la reelección.

Sería incubar una rebelión mundial.

La información del Comité de Inteligencia del Senado norteamericano reivindica aspectos muy positivos de la política estadounidense. Muestra niveles éticos elevados y dispuestos a reconstituir un cauce de superación.

Posición que denuncia los fundamentos de la invasión.

Bush no tiene condiciones para modificar el curso de su beligerancia. La invasión a Irak no tiene salida bajo su gobierno.

Nada pudo ocultar la inclinación por la conquista. A eso contribuyó la inexistencia de las armas de destrucción masiva, Husseim sin vínculos con Al-Qaeda, la misión de la ONU presidida por David Kay y luego por Hans Blix que no encontró signos o síntomas de aquellas armas, el humillante desconocimiento a la ONU. Y, para colmo, después de la primera Guerra del Golfo, Irak ya no era una amenaza, esperaba allí como un blanco al disparador.

La invasión obedeció a intereses aún presentes. Irak todavía se ubica en el segundo lugar por capacidad de exportación de petróleo. Desbaratar Irak como Estado y vínculo de la nación árabe fue otro objetivo de la política exterior norteamericana que hizo de Saddam Husseim un monstruo usado en la guerra con Irán premeditadamente conducida desde Estados Unidos y un antecedente de la actual apropiación de sus recursos.

No basta restaurar en las Naciones Unidas la magia de su membrete ni el simulacro de devolución de la soberanía. El principio de la solución se contiene en la salida de la coalición.

Además, la deuda externa que se estableció para manejar a Irak, como se lo ha hecho en otras partes del mundo, es prueba de su función política. Será imprescindible suprimir el control del petróleo por parte de grandes transnacionales en contra del desarrollo de los países exportadores.

Es imprescindible recrear relaciones de imbricación de intereses de Irak, la nación árabe, el mundo islámico y Estados Unidos con los valores jurídicos y la institucionalidad internacional. Dejar atrás el lenguaje y práctica del terror. El Cercano Oriente con toda su conflictividad ha exhibido un dominio catastrófico para la nación palestina. El terrorismo de Estado ha sido ocultado por una alianza de elites muy negativa para los pueblos israelí, palestino y norteamericano.

Problemas que atañen al abismo entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado deben ser reformulados y resueltos.

El planeta advierte cada vez mas peligros en la fuerza y fragilidad de conciencia del liderazgo técnico, científico, económico, político y militar de EEUU y su esfera de influencia.

La invasión a Irak ha entorpecido el desarrollo positivo de la globalización y ha puesto en evidencia manifestaciones nefastas. Ha dejado entrever el significado de la técnica en los medios de comunicación mundial y su uso en condiciones de tanta desproporción.

La política de George W. Bush no ha desgraciado solo a su gobierno. Ha fracturado y traumatizado un momento de ventaja histórica de Estados Unidos.

Perdió una oportunidad de convertir su superioridad tecnológica, económica y militar en guía de desarrollo. En su lugar, es afrenta de la dominación al margen de las victorias incorruptibles de la humanidad.

La reconstrucción de la política exterior de Estados Unidos es la tarea mayor para nuevas administraciones ante las consecuencias de la “liberación” de Irak.


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