Silencios en la sonoridad del informe

El 15 de enero, el Presidente rindió su informe sin considerar la situación de la nación ni su política frente a esa situación. Simplemente, trasladó los memorandos de tareas de sus Ministros y acentuó las diferencias con un sector de la oposición.

La guerra y la paz son procesos esenciales. Sin embargo, los conflictos en la frontera norte se redujeron al presupuesto estadounidense de 46 millones de dólares.

No se informó sobre política militar ni de drogas.

El silencio fue absoluto respecto de la Comunidad Sudamericana de Naciones, el mas trascendente objetivo de integración en la historia de América del Sur.

Destacó el pago de la deuda al IESS. Pago disminuido y a cambio de usos para triangular balances y garantizar a acreedores externos.

Según el informe, la fatalidad impone mantener buenas relaciones con la comunidad financiera. Relaciones de sometimiento al FMI, corresponsable desde 1976 de la deuda y postración de nuestra economía. Dejó implícito un incremento en la capacidad de pago del Estado.

Comparó la recuperación de la economía con el desastre del 99. Si se hubiese medido con lo que sucedía hace treinta años, sabríamos que hemos retrocedido. El nacionalismo de Rodríguez Lara en 1974 no es el de Lucio Gutiérrez en 2004, circunscrito a maíz, arroz, azúcar, leche y carne.

Olvidó ser «nacionalista» respecto de la soberanía, categoría que está fuera del pensamiento político hegemónico.

Un atroz silencio se ocultó en la publicidad sin política del TLC. Una táctica para EEUU, cuya estrategia es la desregulación de nuestro Estado hasta volverlo ausente de todo interés nacional donde se involucren sus demandas.

No trató la desocupación. Ni mencionó el atraso tecnológico y científico, tampoco la dependencia de la especulación financiera.

El Presidente señaló otros requerimientos.

La seguridad jurídica se lograría con la consulta popular, destinada mas a parchar el derecho que a convocar a una Constituyente capaz de organizar un nuevo Estado, un sistema político superior que permita relacionar pensamientos e intereses distintos y reconocer que en la historia y en todos los Estados, los jueces también dependen del poder y la política.

La estadística que exhibió fue en algunos casos producto de argucias de esa disciplina.

No habló del calvario de la población, de los significados del éxodo, la insalubridad y la desastrosa situación laboral.

No percibió que los conflictos sociales de antaño están absorbidos por las tensiones institucionales del presente y que será allí donde se expresen la devastación y desdicha que atañen a la totalidad de la nación: senderos de los que se van, de los que no tienen nada que perder, desesperación concentrada en la profunda impotencia de la población.

El informe careció de crítica a su propia práctica y a la vacuidad de un gran sector de su arbitraria e impune oposición. No por falta de visión sino por los límites de lo que representan su oposición oficial y el gobierno.

En los silencios se contuvo la política real que cotidianamente poderosos beneficiarios escuchan, aprueban o desaprueban.