En los años 20, el imperativo empresarial exigía al Estado asumir los riesgos del trabajo, crear fondos de corresponsabilidad, garantizar que las pérdidas no afectasen las ganancias, indemnizar por mutilaciones. La falange de un asalariado, 50 centavos; un dedo, un sucre; la mano, dos sucres; un brazo, tres; las piernas, cuatro; la vida, cinco sucres. Costos relativamente inmutables a pesar de la inflación que caracterizó al siglo XX.
Se estableció la seguridad social. El Código del Trabajo llegó después.
Fueron campos de intensas luchas sociales. El desenlace lo marcó la necesidad y evolución del poder.
A comienzos del siglo XXI, la decadencia de este Estado, ciertos requerimientos de multilaterales y libérrimos quehaceres bancarios optaron por usurpar definitivamente el IESS. Habían surgido tercerizadoras de la seguridad social y de la legislación laboral con las cuales es mas fácil y rentable la protección de ganancias ante los riesgos del trabajo.
El IESS está al borde de la destrucción total. El sistema ha caducado. A partir de 1976, el aparato especulativo elevaría la eficacia en la depredación de esos recursos. Un sector patronal disimuló la abstención en el pago de obligaciones. Varios gobiernos desconocieron aportes, préstamos y usos de aquellos haberes que habrían sumado cerca de 5 mil millones de dólares, devaluables a voluntad del poder.
Se usó el IESS en pagos electorales. Asociaciones casi sindicales y parásitas también detuvieron la modernización y apolillaron su vitalidad. Las quiebras fraudulentas y estafas bancarias de 1999 constituyeron el atraco mayor de la existencia del Seguro Social. Por un momento fue sistema que bajo otras formas evolucionadas pudo superarse en países desarrollados.
El Congreso Nacional, tantas veces usado como instrumento de destrucción del Estado y la riqueza social, ha resuelto la devolución del 100% de los Fondos de Reserva.
Hubiese sido mejor convertir el ahorro del afiliado en inversión propia, préstamo por el que el interés pagado por él, se sumara a su fondo. Una forma de estimular el ahorro.
El seguro social es ahorro colectivo forzoso y único recurso de atención real a los trabajadores en todas las circunstancias del individuo. Pero hace décadas sus fondos fueron vinculados al equilibrio presupuestario, a la política fiscal, a la deuda externa. Todo al margen de la voluntad y conocimiento del afiliado.
El gobierno enfrenta la dificultad de aceptar la devolución del 100% de los Fondos de Reserva. Tendría que perturbar el pago de la deuda, proponer una nueva estructura del IESS y crear el Banco del Afiliado en el sistema financiero y conducido por los afiliados, tal como hace quince años se lo planteó.
El gobierno deberá acudir al veto parcial, a un techo en la devolución, si no se someterá a las “ventajas” de multilaterales y tendrá que sepultar al IESS.
La desregulación del Estado que exige la comunidad financiera internacional supone que está demás incluso para la seguridad social.
Cabe preguntarse cuál es la dimensión real de la derrota que se nos impone.