La nación conoció en 1976 el inicio de la destrucción de amplios sectores productivos. La economía y la política que hasta entonces tenían nexos verbales con la agricultura, artesanía, manufactura, industria, tierra, tecnología, soberanía transmutaron sus palabras para depredar el Estado y sus recursos desde la esfera de la circulación.
La ideología modificó su espectro de conveniencias. Se llenó de bonos, regímenes de crédito, magia financiera, papeles fiduciarios, riqueza de papel, algo de anticorrupción, armas, drogas, temores e imaginaria seguridad. Dio un paso hacia el abismo.
País que no crea ni produce es lento en ampliar su conciencia y deja destruir el aparato administrativo.
La soberanía no es posible sin producción.
En este año 2005, la ciudadanía contempla absorta el Estado sin Corte Suprema de Justicia ya mas de 100 días, mientras el Congreso Nacional sale de vacaciones. Síntoma de decadencia del sistema político, no solo de corrupción o empate de fuerzas parlamentarias.
Lo mas grave es que la ausencia de Corte supone la del Congreso que durante algunos años también se ha ausentado. Jamás hizo señalamiento alguno sobre la usurpación de soberanía. Cerró los ojos ante tratados y convenios lesivos. Ahora, no puede nombrar Contralor (gracia de inocencias), en nombre de que ha de observar una Constitución que viola a discreción.
En el Estado no se ha elegido Fiscal General en el período correspondiente.
El Tribunal Constitucional podría terminar siendo un fiasco.
La Función Ejecutiva está en descomposición desde hace mas de veinte años. El endeudamiento le impuso artes y negocios deleznables.
Casi todas las reformas en el Estado cuentan con financiamientos externos ajenos al interés nacional.
En estas condiciones, es imperativo volver la mirada al pueblo, para saber cómo desea que el Estado ecuatoriano permanezca en la historia.
Alrededor de este objetivo deben articularse las preguntas en la consulta popular. Entonces la Constituyente es indispensable. Se trata de organizar un Estado sudamericano, soberano, con vitalidad, inmerso en el Derecho comunitario y su moral.
La consulta definiría si los elegidos que integren esa Constituyente son inercia de los partidos políticos o debe encauzarse formas electorales que permitan optar por representantes de la nación y sus intereses.
La reorganización del Estado impone independizarlo de aparatos financieros y especulación multilateral.
La banca ha de vincularse al aparato productivo. Los medios de comunicación elevarían su libertad empresarial sin subordinación a finanzas especulativas en pos de una ideología mas cercana a la realidad, de su verdadero testimonio de los tiempos y, en el presente, estimularían el conocimiento de las causas que ponen en peligro la existencia del Estado.
Sin la Constituyente no hay estrategia política. Sería dilapidar tristemente el compás de espera.