La salida de Rafael Correa del Ministerio de Economía es exclusión inconciente o no de una política en el seno del gobierno.
Pensar “aquí no ha pasado nada, porque la política la dicta el Presidente” halaga, aunque yerra y desconoce que la política la ejerce la autoridad pero no la dicta.
En el Estado, la dicta el reconocimiento de una resultante de fuerzas, en la cual caben o no posiciones políticas.
En las últimas décadas, el país ha estado sujeto a determinaciones de multilaterales y finanzas especulativas. Estas circunstancias fueron cuestionadas por el Ministro Correa. La respuesta sumó reproches, quejas e incomunicaciones que integran la causa de su salida.
Se presumió de un mero cambio de nombres, sin advertir que se excluía un espíritu crítico, una adhesión social, uno de los pilares del gobierno. Así se precipitó el derrumbe de un ala del andamiaje gubernamental.
El Presidente había dicho sí a la soberanía -categoría de contenidos múltiples en la Historia- que en el presente implica la integración sudamericana y su naciente institucionalidad interna e involucra las tareas planteadas por la Comunidad Sudamericana de Naciones. Tareas como el Tele-Sur, Banco-Sur, Círculo Energético y mas.
La soberanía contiene la resistencia al endeudamiento, a reformas y consumo de préstamos que las multilaterales nacionalizan en cada país que recepta esos mandatos.
No bastan las palabras para contener la avalancha de préstamos de no libre disposición. No obstante, una sola que ubica históricamente la soberanía se convierte en fuerza social.
La soberanía es respecto de esa institucionalidad multilateral que hemos nombrado.
Ser soberano frente a la nada podría ocultar la subordinación. Dado el terrible retroceso histórico sufrido, en Ecuador es indispensable no vaciar de contenido la soberanía ni reducirla al adorno publicitario.
Presupone formular la estrategia que supere la desvinculación del Estado respecto del aparato productivo, la pérdida de la política que se perdió con su moneda, la conciencia de los factores que delimitaron definitivamente su territorio, la degradación del Estado que se encuentra al borde de su ausencia, el cultivo de un espíritu de cohesión colectiva en pos de la permanencia en la Historia.
Todo se concreta en las cosas simples que expresan grandes abstracciones. Por ejemplo, la soberanía exige la caducidad del contrato con Oxy, incluso para convocar en mejores condiciones la inversión extranjera, contrataciones y recontrataciones de producción y no de usurpación.
La crisis del gobierno es depositaria de lo que ha sucedido en algo más de 28 años. Se ha estrechado y empobrecido el camino del gobierno. Corre el riesgo de acunarse en la bondad del poder que lo asiste.
Su debilidad no debe ser usada para el horror que significaría conseguir del débil lo que quieren los fuertes.
El Estado ecuatoriano agoniza, como quien abandonado y aislado se desangra.
El gobierno aún podría no agotar el cambio necesario con remiendos de cambios tranquilizantes.