La decisión que tomó ID de establecer una alianza con el Ejecutivo y llevar adelante el proceso de reforma política posee algo meritorio, que sea público, que no se lo practique subrepticiamente como ha sucedido en la relación del PSC y DP con diversos gobiernos.
La ID asume este compromiso, y no ha estado sola.
ID, DP y PSC, en conjunto, han manipulado fundamentales sectores y políticas del Estado a partir del reinicio de la constitucionalidad, en 1979.
San Agustín decía que “conocer el límite es estar en gracia”.
Y los partidos que controlan todas las funciones del Estado no están en gracia. No advierten su límite histórico, no pueden sino reproducir el círculo atroz cumplido en las diversas funciones estatales. Ellos no entienden ni tienen memoria que fueron intermediarios y usados en la gestación de un poder especulativo hace 30 años, han sido coautores, testigos o videntes preconscientes de la renuncia y destrucción de la soberanía mediante legislación y ejecución de monstruosidades.
Bajo su contemplación se impuso ese instrumento inquisitorial que es la deuda externa y el sistema de endeudamiento por cuya vigencia aquí ya no se necesita pedir préstamos ni pensar. Las multilaterales nos entregan reformas, financiamientos, mercados de compra, veedores, anticorrupción y decisiones al mejor precio y calidad para ellos.
El petróleo se perdió en laberintos de contratos, empresas, inversiones, know how, minúsculos enriquecimientos individuales y una patraña de seguridad jurídica. Ingreso preasignado en el presupuesto al pago del servicio de la deuda.
Aniquilaron paulatinamente la moneda nacional hasta la dolarización para someter el Estado a una política enajenada.
Exhibieron como victoria la mutilación territorial. Ocultaron y contribuyeron a derrotas fundamentales del país.
La caducidad de estos partidos que controlan el Estado y el espectro ideológico de la mayoría de la población se manifiesta en la parálisis económica, política y moral impuesta por el poder bancario y multilateral que representan.
La población ha sido en alto grado engañada por la inconciencia o premeditación de estos partidos.
En la actualidad, ellos siguen controlando el Estado, son la democracia. Carecen de iniciativas para la reforma necesaria pero están listos para un zafarrancho de combate inútil.
El éxodo de la población es manifestación del instinto y la impotencia ante la agonía de Ecuador. Sin embargo, el magma social asciende.
Por todo esto, esa trinidad de partidos está agotada históricamente.
La reforma política que reclama la nación vincula la creación de un Estado y un sistema político nuevos. La ha proclamado el pueblo: organizar un Estado soberano, representativo, eficiente, instrumento de desarrollo, integrado en la Comunidad Sudamericana de Naciones.
El pueblo clama por la Asamblea Constituyente. No por la impostura de una Constitucional, menos aún por “reformas” desde el Congreso donde ya no es posible pensar un continente estatal de intereses nacionales para que sobreviva Ecuador.
Estamos en presencia de otra alianza insignificante. Parásita de la inercia.